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Reportaje:Signos

Relatos de un tiempo olvidado

La profesora gaditana Marieta Cantos reúne cuentos del siglo XVIII en una antología

Anita tenía un amante tan pobre como ella en bienes de fortuna. Se veían cada día y sus despedidas no eran sino declaraciones de intenciones para volverse a ver al día siguiente. Este cuento se publicó el jueves 8 de octubre de 1795 en el Semanario de Salamanca. Y ahora vuelve a salir a la luz gracias al trabajo de la profesora gaditana Marieta Cantos Casenave, quien, reconvertida en rescatadora de historias, se ha sumergido en la prensa y en las publicaciones literarias de hace tres centurias para recoger en Antología del cuento español del siglo XVIII, publicado por Cátedra, una colección de narraciones diversas. No lo ha tenido fácil. "Es literatura de un siglo olvidado para los estudiosos y, además, un género menor apenas investigado".

La historia de Anita avanza. Su felicidad se interrumpe cuando su novio es reclutado. La angustia le llevará a tomar una decisión. El relato amoroso de Anita se publicó en unos años en los que los cuentos tenían su mejor escaparate en los periódicos. Prensa como el propio semanario salmantino, pero también El Correo de los Ciegos, Diario de Valencia, El Correo de Cádiz o Diario de las Musas, entre otros muchos baúles de cuentos donde Marieta Cantos ha podido encontrar su fuente de estudio.

Su reto fue aportar luz sobre la oscuridad de la evolución del cuento en un territorio casi virgen de investigación. Tras la intensa tradición de la novela corta cervantina y antes del empuje de los relatos breves del Romanticismo, el siglo XVIII se le antojó como un interesante mapa para hallar tesoros en lugares no explorados. Y los encontró. "Sabía que era imposible que entre la tradición de cuentos del siglo XIX y el Siglo de Oro no hubiera nada".

Buscó entre las lecturas de aquellos años y recogió una doble tradición. La oral, ya arrancada de centurias anteriores, para dejar por escrito las historias jocosas, generalmente breves, a modo de chistes, algunas veces en verso, para amenizar conversaciones. Y la literaria, la que siguió la estela del éxito de la novela corta de Cervantes.

Amor y fantasía

Su tesoro de cuentos es muy variado. Hay historias graciosas, más serias, relatos de amor, viajes fantásticos y narraciones de corte realistas, quizás inspiradas en alguna noticia verídica. En este último apartado, encuadra Marieta Cantos la anécdota publicada de Anita, quien, decidida a recuperar a su amor, se fue al palacio del rey a exigirle audiencia.

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La autora cree que el siglo XVIII aporta novedades en la evolución de los cuentos en España. Por ejemplo, la importante introducción de cuentos orientales, turcos, tártaros o persas, muchos de ellos, traducidos de una versión francesa.

En la introducción de la antología repasa también el papel de la Inquisición como "un autor poco investigado". Una censura que obligó a modificar aspectos de los cuentos pero a la que se le deslizaron detalles como las ansias suicidas de una historia trágica española como es La Peña de los Enamorados. Alaba también el papel de motor que tuvo para el cuento la prensa española en el siglo estudiado, con menor fuerza que en el XIX, pero con suficiente visión para que aquellos periodistas advirtieran un público lector que podía incorporarse al mercado editorial a través de la incitación a la lectura.

Cantos asume con su antología parte de esa misión: una propuesta de relectura abierta a muchas más posibilidades, a la espera de que las bibliotecas sigan catalogando más obras o de que salgan a la luz más periódicos todavía por localizar. Un trabajo que continúa ahora sobre las primeras décadas del siglo XIX. "El cuento de este siglo está estudiado a partir de la muerte de Fernando VII en 1833)", dice. Para esta labor, está centrándose en los periódicos de la época de las Cortes de Cádiz.

Escribe la autora que espera que su obra sirva para descubrir "un horizonte insospechado lleno de promesas". Entre esos compromisos, está la historia de Anita. Tras hablar directamente con el rey, logra convencerle de que le ayude a recuperar a su amor. El monarca, conmovido, cede. Anita se casó con su amado y, desde entonces, se están amando con más ternura que nunca. Es el final de un tesoro recuperado. El desenlace de una cuenta pendiente con un siglo ignorado.

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