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Columna
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A saco

Admitamos que Andalucía es una nación, como dice el Partido Andalucista en su texto de reforma del Estatuto. Admitamos también, por qué no, que el andaluz es un idioma con su gramática independiente de cualquier otra lengua romance. Lo cual, por cierto, le permitiría a la consejera de educación sostener sin ruborizarse (y sin recibir más cartas al director) que nuestros colegios e institutos son, ahora sí, verdaderamente bilingües. En fin, admitamos sin rechistar toda esa diarrea nacionalista aplicada al sur de la Península. Lo que no entiendo es la línea argumental que va desde el reconocimiento de una comunidad nacional andaluza, incluso de una nación andaluza con su himno, su padre y su bandera, hasta la gestión de los aeropuertos. A ver si me explico bien; lo que me cuesta trabajo entender no es la 'nación andaluza', sino el 'por lo tanto' de la siguiente frase: "Somos una nación y 'por lo tanto' queremos gestionar el servicio meteorológico".

En Francia, igual que en otros países europeos, hay una frecuencia de FM dedicada al estado del tráfico. La misma en todo el país. Da igual que uno vaya conduciendo por la Borgoña o por Bretaña; en cualquier región se puede sintonizar Auto Route, que pertenece a Radio France, para obtener información actualizada de la zona por la que se conduce. En España, donde las frecuencias de radio son adjudicadas por las patrias, este servicio público tan básico y tan eficaz todavía no ha sido posible. Me pregunto, patriotas de Andalucía: ¿Es ideológicamente posible sostener que Andalucía es una nación con su padre, su madre y sus abuelos, pero que resulta más eficaz que los aeropuertos sean gestionados por el Estado? Y quien dice los aeropuertos dice también la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, el servicio de metoreología y todas esas competencias que el secretario de Organización del PSOE andaluz, Luis Pizarro, considera "irrenunciables". Hay que ver qué genio tiene este hombre.

Tampoco entiendo por qué algunos socialistas andaluces se meten luego con el pobre Maragall. Al fin y al cabo es la misma codicia, la misma ansia de poder y el mismo desprecio por los problemas reales de los ciudadanos lo que corre bajo todos los antiguos estatutos de autonomía y lo que corre ahora, bajo sus actuales reformas. Si los políticos andaluces no tocan la financiación del Estado, como hace el 'Estatut', no es porque sean más constitucionalistas que el Papa; es porque el actual reparto de dinero beneficia a Andalucía. ¡Qué más quisiéramos los andaluces que tener la posibilidad de ser insolidarios con el resto de España! ¡Qué más quisiéramos nosotros que poder hablar de libre asociación con el Estado español!

Y hablando de asociaciones libres: veo a los socialistas andaluces intentando sacar competencias estatales por la rendija 150.2 de la Constitución y me vienen a la memoria dos imágenes. Una es la de los niños pequeños, esos monitos de imitación, repitiendo los gestos y las tonterías de sus hermanos mayores. Y la otra es una imagen habitual tras las catástrofes: un grupo de saqueadores hambrientos sale por el boquete de un supermercado. Llevan en los brazos un televisor. Es un televisor realmente grande, pero jamás podrán comérselo.

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