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Columna
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La maldición

Empiezo a preguntarme si no habrá caído Marbella bajo algún tipo de Maldición. Julián Muñoz, condenado a prisión y apedreado por las masas; el propio G. y G., fallecidísimo, así como el rey Saúd de Arabia Cañí, al que enterraron, para más inri, con sus futuras propinas.

Y ahora, héte aquí que la esposa del presidente de Nigeria, la señora Stella Obasanjo, se ha visto convertida, por sorpresa, en cadáver exquisito, al parecer después de que se le practicara una liposucción para absorberle la grasa sobrante, en una clínica de estética de la localidad malagueña, no muy lejos del legendario puerto franco conocido como Banús.

Tal vez, más que ante una maldición o tremendo fario, nos encontramos frente a lo que podríamos llamar la fase previa del cumplimiento de la famosa advertencia evangélica: "Antes entrará un camello por el ojo de una aguja que una rica liposuccionada en el reino de los cielos". Mas no quiero ser injusta con las ricas ni con las liposucciones... La liposucción, como la cirugía estética compulsiva en general, es un aporte a la civilización occidental y un signo de democratización al que acceden también los menos pudientes de los países más pudientes (mediante leasing, otra contribución), y hasta los ciudadanos más pudientes de los países menos pudientes. Hoy día nadie se queda sin sus morros de pato, y lo verdaderamente reprobable es que todavía existan mujeres que no hayamos pasado por el cirujano, con la falta que nos hace gastarnos los ahorros en un recorte o una hinchazón.

Por otra parte, hay que considerar que la dama, tras desembarazarse de su producto interior bruto, iba a ir a Roma, a representar a su país en la celebración del 40º aniversario de la ordenación de su compatriota, el cardenal Francis Arinze, el africano que más sonó como probable sucesor de JP-II, antes de que B-16 jugara magistralmente sus cartas. ¿Y si el Vaticano usó Sus Poderes para que semejante frívola no hollara Sus Mármoles?

Al menos, ella ha sido repatriada en avión; no ha tenido que atravesar el Sáhara a pie, como algunos de sus compatriotas (los que contribuyen, por abajo, a dar una estimación media de 399 euros anuales como producto interior bruto per cápita).

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