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FÚTBOL | Undécima jornada de Liga

Lo de siempre en Riazor

Al Deportivo le basta con derrochar energía para vencer con claridad a un penoso Madrid

Xosé Hermida

Entre las tradiciones más arraigadas del Madrid hay una que se ha ido asentando en los últimos años. Con la regularidad con que llegan las pretemporadas, los fichajes galácticos o las celebraciones en la Cibeles después de algún título, el Madrid visita cada año Riazor dispuesto a hacer el ridículo. Anoche, como tantas veces, lo logró plenamente. No es que el Deportivo hiciese un partido fabuloso, que resucitase el talento apagado de Valerón o de Tristán o que retornasen los espectros de Bebeto y Mauro Silva. Le bastó con derrochar energía. Y sus goleadores fueron dos tipos que viven más del músculo que del juego: De Guzmán y Juanma. El Madrid se arrodilló ante el dictado de la tradición y se limitó a colaborar todo lo que pudo en el programa de festejos locales.

DEPORTIVO 3 REAL MADRID 1

Deportivo: Molina; Manuel Pablo, Coloccini (César, m. 73), Juanma, Capdevila; De Guzmán, Scaloni, Duscher, Munitis; Valerón y Tristán (Rubén, m. 77).

Real Madrid: Casillas; Diogo, Sergio Ramos, Woodgate, Roberto Carlos; Pablo García (Soldado, m. 66), Helguera; Beckham (Balboa, m. 52), Guti, Robinho; y Raúl.

Goles: 1-0. M. 35. De Guzmán bate a Casillas de disparo raso y cruzado desde la frontal del área. 2-0. M. 45. Valerón saca un córner en corto para Munitis, que centra y Juanma remata, solo, de cabeza. 3-0. M. 84. Cabezazo de Juanma, libre de marca, tras un córner lanzado por Munitis. 3-1. M. 86. Zurdazo de Raúl desde fuera del área.

Árbitro: Fernández Borbalán. Amonestó a Diogo, Capdevila, Duscher, Roberto Carlos, Helguera y César.

Unos 33.000 espectadores en Riazor.

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No hay mejor terapia para los momentos de tribulación en Riazor que una visita del Madrid. Ya puede andar el Deportivo a rastras que llega el Madrid y se curan todas sus enfermedades. Ocurrió la pasada campaña, cuando el conjunto que entonces dirigía Javier Irureta languidecía en la Liga y se despertó una noche para dar un repaso a los galácticos. Y ayer, como el año anterior, como casi siempre en los tres lustros que el Madrid lleva sin ganar en Riazor, sucedió lo de siempre: una escena que, de tanto repetida, es ya un clásico del campeonato. El Depor ni siquiera necesita jugar bien. Se maquilla con las pinturas de guerra, aporrea un poco los tambores y su rival claudica del modo más escandaloso.

En el guión inalterable que el Deportivo maneja cada temporada -da igual quiénes sean los jugadores: Bebeto, Rivaldo o Fran en su época; De Guzmán o Juanma en este equipo mucho más proletarizado- figura un golpe de efecto nada más comenzar el partido. El de anoche sólo tardó 18 segundos. La primera jugada del choque fue un centro de Munitis que cabeceó Valerón y salió muy cerca del poste. A partir de ahí, el Madrid anduvo de sobresalto en sobresalto. El siguiente no tardó más de tres minutos y estuvo a punto de acabar con un gol en propia meta de Sergio Ramos, quien, por lo demás, pareció el único defensa que alineaba el Madrid. Diogo, como ya le había ocurrido hace cuatro días con el valencianista Vicente, fue torturado por Munitis. Woodgate ejerció de poste. Y Roberto Carlos, ya se sabe, está en otras batallas que lucen bastante más.

Forzado por las bajas, Vanderlei Luxemburgo rescató el doble pivote defensivo y situó junto a Pablo García a Helguera, quien llevaba una eternidad sin aparecer por ese puesto. Y más que tardará en regresar. Helguera fue la mejor encarnación del patético aspecto del Madrid. Si tocaba cortar, no veía una pelota. Cuando llegaba el momento de distribuir, sus mejores pases se los entregó obsequiosamente al contrario. Tampoco es que Pablo García aportase mucho más. Entre ambos dejaron que el Deportivo campase a sus anchas por la zona de creación y obturase cualquier intento del Madrid de elaborar algo semejante al fútbol.

Los problemas del Madrid para sacar la pelota desde su defensa brindaron imágenes casi cómicas. La presión del Deportivo le abrasó desde su primera línea y condenó a Raúl y Robinho a ver el partido desde la distancia. Y el lance fue todo lo que pretendía Joaquín Caparrós: un juego atropellado, el Depor ganando todos los balones divididos y las gradas de Riazor haciendo recochineo a costa de la impotencia del Madrid. El gol local sólo parecía cuestión de tiempo. Llegaron dos antes del descanso y la defensa del Madrid colaboró notablemente. En el primero, De Guzmán remató sin oposición desde el borde del área y, para más mofa, con la izquierda, su pierna de apoyo. Pero aún resultó peor el segundo, en la última jugada de la primera parte. Valerón se fue a sacar un córner y Munitis le siguió hasta la esquina. Recibió tranquilamente y, sin que nadie saliese a molestarle, se fue desplazando hasta el vértice del área. Con una comodidad inaudita centró el balón al segundo palo, donde todo el mundo sabía que esperaba el fornido Juanma para colocar el cabezazo. Y lo colocó, faltaría más. Para bochorno del Madrid, Juanma acabó erigiéndose en el improbable héroe de la noche. En el tramo final del choque, cuando ya nada quedaba por dilucidar, la defensa madridista volvió a olvidarse de él a la salida de un córner y le dejó cabecear su segundo gol. Y, como manda la tradición, Riazor se dio a la juerga para festejar que su equipo, que no ganaba desde la segunda jornada, había vuelto a ridiculizar al Madrid.

Los jugadores del Deportivo se abrazan, entusiasmados, tras su segundo gol, obra de Juanma.
Los jugadores del Deportivo se abrazan, entusiasmados, tras su segundo gol, obra de Juanma.Óscar París

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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