Beethoven ronda el nuevo Palau
Tras Lorin Maazel, Zubin Mehta ha dirigido los dos últimos conciertos de inauguración. Ambos han girado en torno a Beethoven, pues, aunque en el primero sólo se diera de él la Leonora núm. III, se retrató el antes y el después, con la perspectiva de acabar, al día siguiente, con la Novena. La Júpiter de Mozart nos puso en las puertas de lo que iba a hacer el genio de Bonn en el terreno sinfónico. Pero si la Júpiter es precursora, la Primera de Brahms es su primera heredera. Y, quizás, el mayor mérito de la sesión fue la capacidad para ver los nexos entre estos tres grandes sinfonistas y, al mismo tiempo, conseguir que la orquesta sonara tan distinta en cada uno de los casos. Es decir: la amplia gama de fraseo y colores que controla el director hindú
Conciertos de inauguración
Orquesta Filarmónica de Israel. Director: Zubin Mehta. Obras de Beethoven, Mozart, Brahms y Serrano (con el Coro de Valencia). Palau de les Arts Reina Sofía. Valencia, 24 de octubre de 2005
Tanto la Filarmónica de Israel como Zubin Mehta tocaron con ajuste, profesionalidad y ¿hace falta decirlo? evidente instinto para la música. Aún así, inauguración aparte, no será este concierto de los que queden en el recuerdo, quizá por cierto enfoque rutinario de los intérpretes, aunque incluso la rutina, en su caso, produce resultados más que aceptables.
Resultó algo excesiva la sobreabundancia de himnos nacionales y/o regionales. Si el primero parecía impuesto por la presencia de la Reina, el Himno de Valencia, tocado en los cuatro conciertos, resiste mal su ubicación tras la Primera de Brahms y la Novena de Beethoven, cuyos movimientos finales, con carácter hímnico, auténticas obras maestras, grandiosas y universales, no le hacen mucho favor al maestro Serrano: su obrita, tan tópica como lucidora, resulta necesariamente empequeñecida ante tales colosos. En el concierto del lunes, Mehta intercaló un bis entre ambos, la Navarra de Albéniz, que alivió la dureza de la comparación. No podemos aún asegurar si en el del martes [por ayer] ocurrió lo mismo. La acústica se percibió otra vez más incisiva y brillante que la del Palau de la Música, aunque habrá que esperar a oírla desde el foso. En principio, no me pareció excesiva la reverberación, ni que la sonoridad resultara confusa. Respecto a las localidades sin visibilidad, Calatrava se merecería un buen tirón de orejas. Y la solución no es ponerles pantallas. Para eso se queda uno en casa y se alquila un DVD.
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