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COMENTARIO DE UN PARTIDO
Columna
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Madrid- Valencia

De nuevo un Madrid-Valencia permite elevar nuestra autoestima futbolística y alejar, al menos por un tiempo, los demonios familiares alentados a raíz de la aparición en el Nou Camp de un mapa con los países en los que se habla la misma lengua con las variantes regionales que se quiera. Manuel Vicent, con motivo de los dos últimos títulos de Liga ganados por el Valencia Club de Fútbol, después de tantos años, escribió un hermoso artículo titulado Ser inmortal en Valencia, en el cual recordaba que la historia sólo pertenece a los que la sufren. Y llevábamos seis años porfiando por la victoria en Madrid.

Por las mismas fechas, Javier Marías, se manifestaba incomprendido en su madridismo confeso, al faltarle el reconocimiento ajeno tras los numerosos títulos conseguidos por su equipo y como contraste a los unánimes elogios recibidos por el Valencia. Con tanta incomprensión, como la que afirmaba sufrir Marías, se instalaba en la galaxia de la superioridad, de la que no acertaba a descender al afirmar que el verdadero agravio lo tiene el Madrid frente al Bayern, o que el coraje únicamente lo saca ante Benfica e Inter.

Efectivamente Javier Marías, de cuya lectura disfruto, aun cuando en este tema me incomode, merecería aparecer incluido, él mismo, con la condición de incomprendido que para su hinchada reclama, como uno más de los personajes literarios por él descritos minuciosamente en su publicación Vidas escritas, incorporando foto que revele el madridismo de su corazón tan blanco, cual aparecen debidamente fotografiados en el ejemplar de Ediciones Siruela, William Faulkner, a caballo, o Joseph Conrad, a pie.

Sin duda la precisión de su prosa indaga en dicha ocasión, con la excusa de la incomprensión, en el reconocimiento que su equipo no obtiene, ni con los títulos de Liga conseguidos ni con las Copas de Europa ganadas, en blanco y negro o en color. Quizás, su propio temor le fue mal consejero y llegó a ponerse la venda antes de que le llegara la herida. Que para su desgracia pronto llegaría, haciéndole regresar de la galaxia futbolística, ante la animadversión generada, a fuerza de trompicones.

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