El rescoldo de la tragedia
Luigi Pirandello Traducción de Rafael y F. Tomás Llopis Pre-Textos. Valencia, 2005 258 páginas. 25 euros
Luigi Pirandello (1867-1936) reúne en su obra dos características fundamentales: una posición de clara toma de conciencia respecto de su época y una arriesgada capacidad de renovación en lo literario. Abordó muchos géneros. Sus máximos logros se encuentran en el terreno de la dramaturgia, pero su audacia y rigor expresivos acompañan toda su obra. En su día reunió el conjunto de sus cuentos en quince volúmenes bajo el título común de Relatos para un año y este volumen que comentamos, Mantón negro, es el primero de todos ellos.
Los cuentos de Mantón negro son casi todos de corte regionalista, con personajes populares que, en principio responderían al género que se ha dado en llamar "de tipos y costumbres", es decir, retratos o anécdotas sin mayor intención que la de lograr plasmar un acentuado sabor local. Varios de los cuentos transcurren en un pueblo llamado Montelusa, situado en Sicilia. Pirandello fue perfectamente consciente del mundo duro y difícil que le rodeaba, pero su obra se dirigió sobre todo a la exposición de las circunstancias que lo conformaban antes que a las causas que generaban su circunstancia. No fue un analista político ni se implicó en ningún partido sino que fue un hombre seriamente comprometido con la condición desgraciada del mundo que le había tocado vivir, y sus personajes se mueven entre la desesperación y la resignación.
Estos cuentos cabría encasillarlos, pues, dentro de la literatura costumbrista, pero sucede que un escritor del talento de Pirandello difícilmente se entregaría a desarrollar las anécdotas propias de un abocetamiento o un apunte del natural. Muy al contrario, su mirada se detiene en esos tipos para extraer de ellos un reflejo de la vida que trasciende la anécdota, que supera el mero retratismo. Y este ejercicio lo lleva a cabo, fundamentalmente, de dos maneras. La primera es la escritura: sus relatos están basados en anécdotas de la vida rural -en este primer volumen-, pero la narración sobrepasa enseguida tal apariencia como si se deshiciera de una cáscara gracias a un estilo que arrastra al lector como a un compinche confianzudo, en un tono que tiende a la oralidad y que está resuelto de una manera un tanto exaltada, muy viva, muy expresiva y fundada en una suerte de humor cáustico. La segunda es que siempre traspasa la anécdota en busca de una intención que lo lleva a cuestiones de orden existencial centradas en un pesimismo trascendente que alcanza incluso a lo grotesco. La anécdota rural se convierte en una exageración y en un retrato de la condición del hombre moderno atrapado por modos y formas que lo condicionan y lo deshumanizan. El desenfado del estilo contrasta con la marca del destino que cada personaje lleva consigo y sólo la pequeñez de la anécdota rebaja a dramático lo que podría ser trágico; no hay lugar para la tragedia en estos textos porque el humor, duro e incluso sangrante, se encarga de apagarla para dejarla en rescoldo. Un rescoldo que quema, de todos modos.
El peso de la Iglesia está muy presente, de la Iglesia y las fuerzas vivas. Un cuento como La capilla es un monumento a la hipocresía y Los afortunados lo es al cinismo con que la Iglesia barre siempre para casa y cómo utilizan su peso social aun a costa del sufrimiento de otros. Las descripciones son precisas, contundentes, eficientes y el lector no se despega del relato; tan sólo de alguno llama la atención por lo decididamente discursivo, como Remedio: la geografía que, sin embargo, se resuelve muy airosamente, pero todos brillan por sí mismos. Hay dos relatos que contienen planteamientos literarios que pertenecen a sus mejores logros en la novela y la escritura. El primero, Respuesta, está planteado ya de manera distinta a los demás y establece una distancia entre el narrador y el cuento que podría permitir subtitularlo como "unos personajes en busca de relato". El murciélago, expone magistralmente, de manera narrativa, las relaciones entre ficción y realidad. Lo cierto es que, aun siendo desiguales, todos los cuentos llevan la impronta de un escritor excepcional, de una personalidad literaria absolutamente singular. Su figura queda, en solitario, a la altura de otro genial contemporáneo: Italo Svevo.
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