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Columna
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Informe confidencial

Excelentísimo Señor: me apena informarle de que la estrategia concebida por Vuecencia no ha sido todo lo efectiva que la sagacidad de dicha estrategia hacía prever. Recrecimos la valla de tres a seis metros en algunos tramos, siguiendo las instrucciones de Vuecencia, y coronamos el parapeto con una alambrada de espino de última generación, hasta el punto de que llamarla alambrada de espino supone un menosprecio para los ingeniosos ingenieros que la diseñaron, ya que podríamos definirla como una alambrada de cuchillas de afeitar, por su capacidad de incisión y de desgarro. A pesar de la intimidación de la altura y de la ferocidad de la alambrada, los sujetos invasores han persistido en sus fechorías, valiéndose de factores favorables como la nocturnidad y la técnica de la avalancha -así como del humanitarismo congénito de nuestras fuerzas del orden- para culminar su plan de intrusión en nuestra territorialidad africana.

Incluso podría apreciarse un indicio de burla en el hecho de que las hordas invasoras hayan elegido los tramos de valla recrecidos para penetrar en nuestro suelo patrio, abatiendo el cercado por las bravas. En previsión de nuevos desmanes, nos hemos permitido estudiar algunas medidas que podrían tener un efecto intimidante sobre tales aventureros. Me permito enumerárselas, por si Vuecencia tiene a bien autorizar su puesta en funcionamiento. 1) Cavar un foso entre las dos vallas actualmente existentes. 2) Electrificar ambas vallas. 3) Soltar jaurías de perros en el pasillo que forman ambos cercados. 4) Minar dicho pasillo (medida que resultaría incompatible con la opción anterior, a riesgo de tener problemas con alguna asociación para la defensa de los animales). 5) Impregnar la alambrada con la bacteria del tétanos, que tiene la ventaja de afectar únicamente al sujeto infectado, lo que disipa cualquier peligro de epidemia si se inhuman con premura los cadáveres.

En todo este asunto conviene tener en cuenta varias cuestiones anómalas. En principio, nos hallamos ante individuos a) cegados por el afán de lujo y riqueza, b) deslumbrados por el espejismo de nuestra forma de vida igualitaria, c) obsesionados por las excelencias del mercado libre o d) ilusionados incluso con los contratos eventuales. Por otra parte, se trata de gente inmune al dolor, como demuestra el hecho de que no dispensen respeto alguno a la alambrada que hemos colocado precisamente para evitarles el sufrimiento de la repatriación; esa inmunidad los vuelve temerarios, y creo mi deber advertirle de que la seguridad de nuestras fuerzas de seguridad puede verse amenazada hasta extremos indeseables para todos. En este particular, me permito recordar a Vuecencia que nuestros homólogos marroquíes han actuado con mayor sentido común, causando algunas bajas azarosas entre los invasores con un loable propósito de intimidación, que es de lo que se trata: de convencer a los inmigrantes ilegales de que deben morir legalmente en su tierra.

Por lo demás, sólo desear que Vuecencia goce de buena salud para poder seguir rigiendo con mano segura el timón de nuestra realidad durante muchos años. Servidor suyo afectísimo, X.

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