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Manuel Rivas debuta en el teatro con una subversión del culto al guerrero

El escritor publica 'O heroe', su primera obra dramática, que se estrena el sábado en Ourense

"Dejé fuera el rostro pálido que muchas veces reprime la creatividad y asumí el papel del piel roja que explora territorios desconocidos y salvajes". Manuel Rivas (A Coruña, 1957), escritor de larga y reconocida trayectoria en la novela, el cuento, la poesía, y en todos los géneros periodísticos, justifica así su primera incursión en la dramaturgia. El resultado, O heroe (El héroe), se estrena estos días en las librerías, publicado por Edicións Xerais, y en los escenarios (el próximo sábado día 15, en el teatro Principal de Ourense) en montaje de la compañía Sarabela Teatro.

El primer vástago dramático del autor de El lápiz del carpintero ha sido fruto de "una historia de amor entre nosotros y Rivas", según confesión de la madre, la directora teatral Ánxeles Cuña. El germen ("el cigoto", en expresión paterna) fue el relato del mismo título de su último libro, Las llamadas perdidas. "El relato seguía vivo, y hablando con la gente de Sarabela, sirvió de semilla para la sinopsis de la obra", recuerda Rivas. "Fue un proceso de entrega total por parte del equipo, la mejor forma de celebrar nuestros 25 años de existencia", asegura Ánxeles Cuña, que ya se había encargado de la versión escénica de El lápiz y que después de O heroe dejará Sarabela para dirigir el Centro Dramático Galego, la compañía teatral pública de Galicia.

Tierra conquistada

O heroe es la historia de Arturo Piñeiro, un ex boxeador conocido como Robinson (no por el náufrago de Defoe, sino por Edward G. Robinson) que regenta un bar portuario en el que los espectáculos son el boxeo, la lucha libre y los fados de Lucía, su mujer. Piñeiro (ahora alias Caronte) es también un ex legionario, un soldado que regresa de una guerra que nunca existió oficialmente, la de Sidi Ifni, entre noviembre de 1957 y junio de 1958, y que en lugar del recibimiento triunfal al militar victorioso se encuentra con que la metrópoli colonial es también una tierra conquistada.

"Arturo sufre la pena de Marte, la del guerrero que desanda el espíritu guerrero, que desarma su coraza, y va curando sus heridas, convirtiéndose en un resistente, mediante la palabra", describe Rivas a su héroe reconstruido.

Ese proceso se desarrolla espacialmente en el ambiente portuario de A Coruña, representado de una forma estilizada y expresionista, próxima al cine negro. Temporalmente, la obra se inicia al final de la dictadura de Franco ("allá va un dios de perra gorda", resume un personaje) que da paso a un flash back de los años posteriores a la guerra de Sidi Ifni, "cuando la dictadura se convierte en un paisaje natural por la resignación de unos o la complicidad de otros, y sólo una minoría resiste", según el escritor. "Es una obra abierta que permite muchas lecturas, excepto la impasibilidad", la define Ánxeles Cuña, la directora del montaje.

Otras voces

"A la espera de ver la obra en el escenario, hasta ahora nunca tuve tanta sensación de haber contribuido a crear un lugar, con su tiempo y su gente", dice Manuel Rivas, que, como su personaje, tuvo que "desarmarse" como narrador, "resistir la tentación evidente de primar la descripción y aceptar el desafío de que las palabras provoquen la acción, que las voces que en una narración están más urdidas, aquí se escuchen por sí mismas", teoriza el autor a propósito del proceso.

En la práctica, después de escribir toda la mañana y parte de la tarde, Rivas paseaba por los montes de las tierras de Soneira, alrededor de su casa: "Hablaba solo muchísimo, hasta que me di cuenta de que había mucha más gente hablando, probándome, y algunos me decían: 'Yo no hablo así'. Fui como los cuerpos abiertos de la tradición gallega, los que pueden habitar otras vidas y otras voces".

Manuel Rivas.
Manuel Rivas.

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