Ética y eficiencia para afrontar los retos financieros del futuro
Michel Camdessus reclama capacidad de maniobra para afianzar la legitimidad del Fondo Monetario Internacional
Michel Camdessus, el director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) entre 1987 y 2000, desgranó ayer en Valencia algunas de las reformas que, a tenor de su experiencia, requiere la institución para hacer frente a dos retos "obvios": incorporar las economías emergentes y limitar los desequilibrios financieros entre países, por ejemplo, allanar "el enorme déficit corriente de Estados Unidos frente al Himalaya de dólares que acumulan países asiáticos". Y otros muchos no tan evidentes como los desequilibrios demográficos -"en 2025 habrá 2.000 millones más de habitantes en el mundo, el 90% en países pobres, y lo que es Melilla hoy no tendrá importancia"- o futuros problemas energéticos, de salud, ambientales, terroristas y un largo etcétera. "No damos importancia a los desastres porque estamos demasiado acostumbrados, pero si coincidieran dos problemas graves puede ser la catástrofe".
"La participación de los más pobres es necesaria para que las cosas funcionen"
Camdessus explicó que "la gente que conduzca los cambios tendrá que asumir las exigencias éticas de la opinión pública mundial", porque "existe una relación muy estrecha entre la calidad de las políticas y su éxito, y la participación de la sociedad civil, incluidos los más pobres, para que las cosas funcionen".
El alto funcionario francés invocó, en perfecto castellano, la necesidad de establecer acuerdos de cooperación efectivos -"partnerships para compartir oportunidades y riesgos"- entre los países ricos y pobres. "La búsqueda de la eficiencia y la ética se refuerzan mutuamente", explicó, "hace 20 años creíamos que la eficiencia admitía alguna canallada, ya no".
Los cambios efectivos para afianzar la legitimidad del FMI frente al Banco Mundial -"donde el presidente de EE UU llama a cuatro o cinco jefes de Estado para imponer a su candidato"- o el G-8 -"un club cerrado donde el último que llega sólo quiere cerrar la puerta para que no entre nadie más"- apuntan en tres direcciones, según Camdessus: liberalizar las transacciones de capital, reestructurar el pago de la deuda y dotar al FMI de la capacidad jurídica para actuar como "prestamista de última instancia" en casos de emergencia.
El FMI debería fortalecer la capacidad de supervisión "para poder comprobar que, sobre todo los poderosos, hacen lo que dice el FMI" y poder alertar sobre desequilibrios crónicos crecientes, como los nuevos himalayas: "Si se desploman, se desploma todo el sistema". "Y las cosas cambian", recordó Camdessus que lamentó no haber intervenido en asuntos relativos a Francia cuando dirigía el FMI, "cuyas rigideces en el mercado de trabajo junto al envejecimiento de la población han provocado una situación muy difícil, como en Alemania".
Camdessus explicó que cuando aprobó un crédito de 18.000 millones de dólares a México a principios de la década de los noventa o cuando concedió 21.000 millones a Corea "para apalancar otro préstamo de 55.000 millones de dólares" unos años después, que fueron decisivos para paliar "el riesgo de quiebra" del sistema financiero, actuó "al límite" de sus prerrogativas y de la disponibilidad de tesorería del FMI. "No necesitaba de legitimación ideológica o metafísica para saber que era necesario", explicó, "pero lo ideal es que se pudiera hacer de forma legal", porque "si el FMI no desempeña el papel de prestamista último, no lo hace nadie".
También insistió en la necesidad de ceder plazas a los "acreedores y países emergentes" en el directorio del FMI para implicarlos en el diseño de estrategias porque el mundo actual no se corresponde con la realidad en la que se fundó la institución, hace 60 años.
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