_
_
_
_
_
Apuntes

La Universidad Politécnica prepara un nuevo museo dedicado a la agricultura

Los aperos tradicionales cobran valor de obras de arte y representan la memoria popular

El solariego pulverizador agrario en el que se apoya la catedrática de Patología Vegetal de la Universidad Politécnica de Valencia, Concepción Jordà será una pieza de museo. También unas piedras para trillar, arados ancestrales y una pistolas, que alimentadas por el calor de unos hornillos de petróleo, servían para evitar que los naranjos se helaran. En el futuro Museo de Agricultura del Mediterráneo, que se enclavará en el molino de Vera, al Noreste del campus universitario, los utensilios agrarios y pecuarios cobrarán el valor de obras de arte.

La iniciativa de recuperar el acervo cultural agropecuario partió de esta catedrática, la primera en Patología Vegetal de toda España, ante el abandono de unos útiles, que tanto ella como sus compañeros, han rescatado en muchos casos de la basura. El primer paso fue organizarse y asesorados por el anterior rector y hoy consejero, Justo Nieto constituyeron la Asociación de Amigos de la Agricultura del Mediterráneo. Después, éste buscó un molino de cuatro muelas cedido a la Universitat y que la consejería está restaurando.

Y mientras se abre, para lo que Concepción calcula en torno a medio año, la asociación pretende involucrar a cualquier persona interesada en colaborar, en la búsqueda, cesión o depósito de este utillaje rústico muchas veces desperdigado en los aledaños de la universidad, una zona afectada por la expropiación de barracas debido a la prolongación del Cabanyal. Los dueños suelen despojarse de los aperos agrícolas, una pérdida inexcusable para la docente porque "reflejan la realidad y cultura de un pueblo".

En el molino museo se diseñarán diversos espacios a lo largo de 612 metros cuadrados de sus dos plantas. Estancias de exposiciones, una biblioteca para la que han recibido una importante donación de José María del Rivero, profesor emérito de la universidad, un laboratorio tradicional y una sala con audiovisuales.

Concha, prefiere que la llamemos así como la conocen en la universidad en la que trabaja hace treinta años, explica con afectación sobre el pulverizador que tiene entre manos: "El plaguicida se introducía de forma sólida, lo trituraban con la manivela y el ventilador trasero propulsaba el polvo". Antes de su demostración el armatoste podría confundirse con un utensilio para la matanza del cerdo. El museo lo aclarará. Los interesados en aportar material pueden dirigirse al departamento de Ecosistemas Agroforestales, de la Escuela de Agrónomos. Las cartelas del museo rescatarán al donante.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_