Un librero algo especial
Es mucho mas fácil encontrar un restaurante bueno que una buena librería. Se habla ahora de gastronomía como nunca antes se habló. Quizá demasiado. Algunos críticos comentan vinos y platos como si fueran obras de arte. Analizan el contenido de una botella desde todos los ángulos imaginables: estilo, ambientación, sabores y olores, efectos perdurables del producto en el paladar. Ningún crítico literario, ni siquiera el mas cursi y hortera, llega a esos extremos de pedantería.
Creen dignificar así al cocinero, o a la cocinera, y el efecto es el opuesto. Pero a ver quién se atreve a ponerle el cascabel al gato cundo la gastronomía es la nueva religión y los restaurantes son iglesias. El pueblo acude a comulgar allá adonde más suena la campanilla.
Sólo un milagro evitaría que nos quedemos sin libreros, después sin librerías y por último sin libros
Explica a los niños qué es una librería como si fuera un cuento, la enseña como si fuera un zoológico
Mientras esto ocurre, las viejas ermitas de la cultura, las librerías, fueron dejadas de la mano de Dios, y del Gobierno. Ya no quedan libreros de menos de 30 años en un oficio sin futuro. Como especie, el librero corre peligro de extinción. Sólo un milagro evitaría que nos quedemos primero sin libreros, después sin librerías y por último sin libros. ¿Qué haremos sin libros? Sin libros veremos mas la tele. Y por tanto en la tele se producirá el milagro.
Imaginemos, por ejemplo, una serie con un protagonista, hombre o mujer, librero. Un escenario que en lugar de ser sala de urgencias de un hospital, o una redacción de un periódico, o una comisaría de policía, fuera una librería. ¿Se pondrían de moda los libreros como se pusieron los periodistas, los médicos y hasta los policías?
Imaginemos, por ejemplo, a la actriz Ana Duato en el papel de librera. En vez de un delantal de cocina se pondría una gafas redondas. En lugar de mesa en el comedor habría en el plató una mesa repleta de novedades literarias. El éxito sería rotundo. Un buen guión y las librerías se pondrían de moda.
Pere Duch es un librero de 48 años. Lo conoce todo el mundo en Castellón, y también en otros lugares. Es responsable de la librería Babel, una de las mejores de España. En Babel hay de todo. Incluso un piano. El Conservatorio de música está justo enfrente y, como dice Pere Duch, "los estudiantes que se llevan razonablemente bien con el teclado pueden practicar aquí". ¿Dónde mejor que rodeados de 100.000 silenciosos títulos, mas de un millar en valenciano?
Pere Duch no trabaja solo. Le ayudan su mujer y varias empleadas universitarias. Algunos licenciados prefieren servir libros que copas. Detrás de Babel hay treinta familias amigas de Duch que depositaron no solo su confianza en el librero sino también 6.000 euros cada una en el negocio. Pero la cultura no hace rico a nadie. "Por mucho que arrasemos culturalmente en Castellón, el negocio sale cuenta con paga". Y desde luego arrasan. Babel ofrece un promedio de 175 actos culturales a lo largo de cada ejercicio. Y lleva diez años batiendo el récord. Más actos que cualquier institución, pública o privada. No cierra ni siquiera los domingos. Tampoco en verano. No se lo pueden permitir. El margen comercial es bajo (30%) pero los gastos son elevados: "En casi ningún otro negocio existen las devoluciones al proveedor, o eso o es la ruina".
Babel atrae a grupos de clientes de tres años, niños. Pere Duch actúa de guía y les enseña las instalaciones como si se tratara de un zoológico. "Me lo piden los colegios y yo estoy encantado de hacerlo porque además de librero escribo literatura infantil en mis ratos libres". Pere Duch les explica a los niños qué es una librería como si fuera un cuento, juega con ellos y los despide regalándoles un libro.
El librero desciende de una familia de clase trabajadora. Su padre era mecánico soldador. Su madre un ama de casa analfabeta. Pero él estudió, fue a la universidad y se licenció. Es profesor de Geografía e Historia, ahora en excedencia indefinida, porque "no es fácil nadar en el negocio y guardar la ropa del instituto".
Pero aquí satisface su vocación de docente ya que hace diez años creó el Foro Babel, un espacio cultural que una veces se parece a un ateneo y otras un centro parroquial. "El foro debe estar abierto a cualquier propuesta e ideología. Tenemos presentaciones de libros, pero no siempre de ficción, y damos cabida a charlas de todo tipo. Puede venir escritor del Opus o un poeta ateo. Todos tienen algo que decir".
Cuando vino Buenafuente la cola daba la vuelta a la manzana, y sus monólogos se vendieron mas que el Código Da Vinci. Hay lista de espera. José Luis Sampedro, Rosa Montero, Manuel Vicent, Rosa Regàs y Juan Cruz estuvieron aquí, entre otros muchos más.
Hasta hace seis meses Babel contó con una ayuda económica. Primero de Caja Rural. Luego de Bancaja. "Ahora, por problemas internos propios de esas sociedades, ya no recibimos nada, así que voy a acudir al sector privado". El Foro produce un promedio de 200 impactos mediáticos al año, y asisten unas 60 personas por acto.
El día 1 de diciembre es la fiesta nacional de Rumania. Duch hace jornada de puertas abiertas en la librería. Los inmigrantes de esa nacionalidad (en Castellón hay 20.000 rumanos) están invitados, traen sus platos típicos, tocan su propia música y hablan de sus problemas.
El librero Duch recibió todos los premios destinados a estos profesionales. Pero no los exhibe. Prefiere no distraer la atención de los clientes y llenar el espacio que ocupan los trofeos con libros.
Recuerda una presentación como la más divertida en los últimos años. "Fue la que hicimos para El Papa maldito. Un profesor de Filosofía del Instituto se disfrazó de Papa Luna. Había que ver al pontífice de Peñíscola diciendo lo que decía el profesor... y viceversa. Tremendo. Y el público partiéndose de risa".
Babel organiza cursos para libreros interesados en dar un giro cultural a sus negocios. Otras nueve librerías culturales en la Comunidad Valenciana crearon en 1997 el llamado Grupo 10, que un espacio para el intercambio de ideas, estrategias y experiencias comerciales. Estos diez libreros se reúnen una vez al mes. Cada vez en una librería distinta. Pagan una cuota fija. Y editan un libro no venal, con relatos de autores conocidos, que regalan a sus clientes en Navidad, y cuya tirada (financiada en parte por la Generalitat) es de 15.000 ejemplares. Son de los pocos que todavía creen, con admirable entusiasmo, en un futuro mejor para su trabajo.
www.ignaciocarrion.com
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