Huracán cubano
En la presentación del concierto, Nat Chediak habló de "criatura octocefálica". Efectivamente, Habana Abierta es un taller informal de ocho cantautores cubanos, residentes en Madrid. Chediak, cubano de Miami con pasaporte estadounidense, había escuchado los dos (frustrados) discos anteriores del colectivo lanzados por BMG e intuyó que allí estaban las semillas de la música pop cubana de principios del tercer milenio. Chediak se plantó en España y, respaldado por su socio Fernando Trueba, impulsó la resurrección del proyecto. Tuvo que vencer el escepticismo de nuestra acoquinada industria discográfica y las propias reticencias de los ocho expatriados, inevitablemente quemados por la dureza de su experiencia española, que coincidió con una saturación de músicos cubanos.
Habana Abierta
Calle 54, Madrid, 6 de octubre.
Abreviando: Chediak, en complicidad con Pedro Blanco y Alain Pérez, ha producido un disco impetuoso y detallista, Boomerang, que se estrenaba en Calle 54. Un local que se quedó pequeño: cuando salieron los ocho protagonistas, alborotando y cantando, ocupaban todo el frente del escenario del club, tapando literalmente a los ocho excelentes instrumentistas -del trompetista Manuel Machado al pianista Javier Caramelo Massó- que les acompañaban. Quiero decir que, a primera vista, Habana Abierta es un proyecto logística y económicamente imposible. Pero existe y deberíamos dar gracias efusivas a los orishas correspondientes.
Boomerang parece una torrentera por la que corren feroces 12 o 15 ritmos: el son, la rumba y la conga se injertan en rock, funk y soukous (o al revés, según el punto de vista del observador).
El arte del director musical, el prodigioso Alain Pérez, consiste en que aquello suena orgánico, como una combustión espontánea. Así que la "criatura octocefálica" genera asombrosas mutaciones, incendiadas por deslenguadas letras; como dijo Trueba en su parlamento, con Habana Abierta uno tiene la sensación de escuchar a Cuba expresándose en libertad, sin cortarse ni siquiera en cuestiones de sexo, drogas o Fidel Castro.
Esto es, además, una armoniosa representación del perfil racial de la Isla Grande: blancos, negros, mulatos y hasta un chino-cubano, el gran guitarrista Nam-San Fong. Aun sin los preciosos matices del disco, Habana Abierta arrolla. Cuando todo esté rodado, uno apostaría que no habrá prejuicio que valga.
En la noche de su presentación, bailamos todos. Incluso bailaban los segurosos enviados desde la cercana Embajada de Cuba a espiar lo que hacen estos arrebataos.
Babelia
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