Al espacio sobre un misil condenado
La ESA lanzará, usando un proyectil de la guerra fría, un satélite para observar el hielo en los polos
A 800 kilómetros al norte de Moscú, dentro de la extensísima base militar rusa de Plesetsk, un pequeño grupo de científicos y técnicos de la Agencia Europea del Espacio (ESA) da los últimos toques al satélite Cryosat, destinado a medir durante tres años el espesor del hielo sobre los polos terrestres y contestar, posiblemente, a la pregunta de si resultarán afectados por el cambio climático. A unos cuantos kilómetros de allí un cohete Rockot espera al satélite, sobre su plataforma de lanzamiento en un claro del bosque típico de taiga. Aunque ha sido bautizado con ese nombre más recientemente, el cohete se construyó hace 20 años, porque es un misil balístico intercontinental SS19, capaz de transportar seis cabezas nucleares. Estos misiles han sido adaptados para lanzamientos civiles por la empresa ruso europea Eurockot, que el próximo sábado afronta su primer lanzamiento para la ESA, después de otras cinco misiones con éxito.
'Cryosat' obtendrá datos durante tres años sobre las variaciones en el espesor de los hielos
Al final del pasillo un cartel avisa lacónicamente: "Sólo rusos"
"Con cada lanzamiento destruimos un arma", afirmó Peter Freeborn, directivo de Eurockot, durante una reciente visita a las instalaciones de un grupo de periodistas europeos. Para los lanzamientos, a la primera y segunda etapas del antiguo misil se ha añadido la etapa superior Breeze, de fabricación rusa y con capacidad para lanzamientos múltiples. Es una etapa que se puede reencender, incluso varias veces, lo que permite inyectar cada satélite en la órbita deseada con gran precisión.
La arriesgada apuesta de la empresa EADS y el Centro Espacial Khrunichev (socios en Eurockot), para aprovechar comercialmente la antigua capacidad militar soviética en el lanzamiento de satélites pequeños y medianos a órbita baja, parece estar dando sus frutos tras casi 10 años de existencia de la empresa, que vende Plesetsk como La Base Espacial Europea. Cryosat es el primero de cuatro satélites de la ESA que se lanzarán con Rockot en los dos próximos años. En agosto pasado hubo una puesta en órbita exclusivamente rusa y en diciembre de este año está prevista la de un satélite coreano. Durante estos años la empresa europea (antes la alemana DASA) ha invertido 40 millones de euros en las instalaciones, con las dificultades propias de tener que trabajar dentro de una base militar rusa en la que rigen grandes medidas de seguridad, y en una zona prácticamente desierta. El lanzamiento en sí corre a cargo de los militares rusos y el seguimiento se hace desde las instalaciones de Khrunichev en Moscú a través de la red de antenas dedicada con que cuenta. Al cliente, sin embargo, le corresponde la decisión de abortar o no el lanzamiento, desde un centro de control de la misión situado cerca del cosmódromo.
Las oficinas de los científicos e ingenieros de Cryosat en Plesetsk dan a un trozo de pasillo en el edificio en el que están el hangar con sala limpia que alberga el satélite y la gran ventana desde donde se pueden observar los lanzamientos. Al comienzo del pasillo un cartel avisa en inglés y ruso de que no puede entrar el personal ruso y al final otro avisa lacónicamente: "Sólo rusos". Los europeos viven en uno de los dos hoteles de la pequeña ciudad próxima y no pueden moverse libremente. En la localidad, un museo recuerda la historia del cosmódromo de Plesetsk, que cuenta con un mayor número de lanzamientos del mundo (unos 1.500). El primero fue el de un satélite Cosmos en 1966 y a lo largo de su historia también hubo dos accidentes graves, con 48 muertes en total.
El satélite Cryosat que espera en Plesetsk su lanzamiento montado sobre la etapa Breeze tiene un objetivo ambicioso: medir durante tres años los cambios en el espesor de los hielos del polo Norte y del polo Sur. Se trata de acumular datos que permitan saber si los casquetes polares están siendo afectados por el cambio climático y si van a contribuir a elevar el nivel del mar. Eso es algo que por ahora no se puede saber, explicó el británico Duncan Wingham, científico jefe de la misión, a pesar de los indicios existentes. El estudio de los cambios en el hielo continental que cubre la Antártida y en el flotante que cubre el Ártico es difícil y los satélites utilizados hasta ahora, como el europeo ERS-1, no han dado datos suficientes para poder elaborar modelos numéricos fiables del proceso, asegura Wingham. Ni siquiera se conoce la masa total de hielo en el Ártico. El satélite estadounidense Icesat, lanzado en 2003, es el primero dedicado a este tema, y utiliza un láser para medir la distancia a la superficie.
En Cryosat se ha optado por el altímetro radar. "Funciona independientemente de las condiciones meteorológicas y de que sea de día o de noche, y la resolución será mucho mejor que en misiones anteriores", explica Wingham, "porque disponemos de dos antenas que trabajarán en modo interferométrico". Por todo ello Wingham espera empezar a tener datos sobre la complicada interrelación tierra, hielo, atmósfera y océano, en la que además de la temperatura, el viento y las corrientes juegan un papel muy importante.
Cryosat es la primera de las misiones menores en el nuevo programa de observación de la Tierra de la ESA. Lo ha construido EADS Astrium, con participación de empresas de 17 países, entre ellas las españolas Alcatel Espacio, Rymsa y SoftWcare. Son misiones relativamente baratas y de rápido desarrollo para las que hay que utilizar tecnología de satélites anteriores. Además, no se ha construido el habitual modelo de ingeniería, que no vuela, y se ha sustituido por completas simulaciones virtuales. El satélite, de diseño muy compacto para evitar partes móviles delicadas, tiene los paneles solares en forma de tejado a dos aguas sobre la estructura. Están hechos de células de germanio, mucho más eficientes, y caras, que las habituales de silicio. Su masa es de 750 kilogramos y ocupará una órbita a 717 kilómetros de altura con 92 grados de inclinación.
Mientras el Rockot espera elevarse sobre la taiga rusa, en el antiguo y destartalado centro Khrunichev en Moscú, donde fue construido hace 20 años y donde se fabrican ahora las etapas Breeze y los fiables cohetes Protón, los ingenieros rusos están preparando la familia de cohetes Angara, que sustituirá tanto a los Soyuz como a los Protón. A pesar de una larga travesía del desierto, el corazón espacial ruso sigue funcionando.
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