Otra vez la religión
Ya nos están amenazando las organizaciones afines al PP y los obispos con un otoño caliente a cuenta de la situación de la religión en la nueva ley educativa. En nuestro pasado reciente, gobernando el PP, el PSOE alentó otros otoños calientes a causa del mismo asunto. ¿Hasta cuándo va a utilizarse la religión como un arma ideológica que se arrojan unos a otros como si éste fuese el gran problema de la educación en España? ¿Podrá alguien reconocer públicamente de una vez que esta materia (y me estoy refiriendo a los centros públicos) es una maría, una asignatura vacía de contenido en donde un altísimo porcentaje de alumnos sacan sobresaliente, aun suspendiendo el resto de las asignaturas?
Es verdad que podríamos distinguir entre primaria y secundaria. En primaria, dicen los obispos, la mayoría de los padres la solicitan. Cierto, pero ¿por qué? Admítanlo. ¿Es porque a esa mayoría de padres le interesa que sus hijos reciban una formación religiosa que ellos no les dan, o porque, al no haber una alternativa clara, se aparta, cuando no se arrincona, a los pocos que no la cursan y, por tanto, los padres prefieren que se queden con la mayoría del grupo?
En secundaria, la situación es otra: los alumnos tienen mayor capacidad de elección y abandonan la religión en un gran porcentaje. Para atraerlos, los profesores de esta materia convierten las clases, generalmente, en una mera proyección de películas "religiosas" e inflan las notas de una manera descarada.
Desde mi humilde punto de vista, el de una madre de tres hijos de primaria arrinconados y profesora de secundaria obligada a impartir la asignatura ofrecida como alternativa a la religión, que ve cómo se pierde el tiempo que tanta falta hace, y dados los pésimos resultados académicos de nuestros alumnos, una solución que contentaría a todos podría ser la siguiente: suprimir la religión en secundaria y, si acaso, hacerla obligatoria en primaria, pero eso sí, convirtiéndola en una especie de historia sagrada, de Biblia contada a los niños, potenciando su carácter literario, como un conjunto de relatos y personajes que históricamente han tenido su importancia, quitándole todo sesgo confesional y moralizante.
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