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Columna
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Andanada

Con la apertura del curso universitario han coincidido varias comparecencias públicas. Tres conferencias en dos días entrelazadas con la firma del Pavace. En esta batería de intervenciones han participado el ministro de Administraciones Públicas, Jordi Sevilla, el conseller de Economía y Hacienda de la Generalitat Valenciana, Gerardo Camps y José Vicente González, presidente recién estrenado de la Confederación Empresarial Valenciana.

Todo anuncia que estamos próximos al inicio del fragor electoral. Dos políticos y un empresario. Este último, José Vicente González, disfrutó de la asistencia del rector de la Universitat de València, Francesc Tomás. No es usual que el rector salga de su cascarón académico para significarse en primera fila durante la alocución de un empresario. En este caso, coincidía que además intervenía su amigo para responder a una pregunta que se auto formulaba y de la que todos conocían la solución. Nadie como un industrial convencido para aclarar cuál debería ser el futuro de la industria. La industria valenciana tendrá el porvenir que quieran los empresarios. El día anterior a la conferencia de González, el conseller Gerardo Camps había afirmado que tenemos grandes industriales, pero no tan grandes empresarios. Por ahí iba bien encaminado. En cambio, fue el líder empresarial quien advirtió de que ningún país que se precie puede serlo con poderío, si no se dispone de un potencial industrial que lo pertreche. La conferencia de José Vicente González fue densa y contundente, aunque no parecía preciso plantearla como una carta a los reyes magos, dirigida en este caso a la Administración, tanto autonómica como central del Estado. En este campo tenemos el corazón y la voz partidos por las claves electorales. Y no es fácil nadar y guardar la ropa en esta situación bipolar. Es cierto que González asistió a la conferencia de Jordi Sevilla, auspiciada por The Wall Street Journal Europe, pero el ministro no pudo escuchar las palabras del presidente de la CEV, que le hubieran interesado. Jacques Attali, en su Diccionario del siglo XXI dice que una crisis es un periodo de transición entre dos fases de transición. Y ya es hora de que los políticos entiendan que una crisis no es, necesariamente, una hecatombe. Hay momentos en los que los pueblos y sociedades necesitan atravesar una crisis para superarla y prepararse para no sucumbir en el torbellino que se forma en los procesos de crecimiento.

La globalización, el mercado, la competencia, la formación avanzada, la investigación, las nuevas tecnologías, el diseño, las marcas y la gestión del conocimiento necesaria para sobrevivir con éxito son conceptos que los empresarios han de manejar con la aquiescencia respetuosa de los políticos y el beneplácito atento de los gestores universitarios. Alguien puede pensar que todo esto es un retórico encaje de bolillos, pero necesitamos una respuesta urgente al mosaico de intereses que se entremezclan en este rompecabezas. De verdad nos la jugamos. No estamos para perder tiempo y los políticos -con profesionalidad y honestos- han de cumplir su papel sin pasarse. Todos los sectores económicos son importantes y quien contribuya a romper el equilibrio entre ellos tendrá la responsabilidad de lastrar las oportunidades de la sociedad. En este caso, la valenciana.

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