Silencio entre cumbres y pinadas

El tiro de barra es un deporte tradicional que consiste en lanzar un hierro de siete kilos, similar a la palanca que se usaba antaño para levantar la piedra volandera del molino, como si a uno le fuera la vida en ello. El récord -18,58 metros- lo tiene un maño de Calatorao, lo cual no es de extrañar, pues fuera de Aragón, y de cuatro pueblos de Cuenca, ya nadie tira barra.

En el resto de España la cosa sólo se recuerda por haber varias calles y plazas del Tiro de Barra, y un orónimo, el collado de Tirobarra, en la sierra de Guadarrama.

Situado a casi 2.000 metros sobre el nivel del mar, entre las crestas desoladas del Montón de Trigo (al este) y de la Mujer Muerta (al oeste), y las selvas pinariegas de Valsaín (al norte) y de la garganta de El Espinar (al sur), el collado de Tirobarra no parece, a primera vista, un lugar muy adecuado para celebrar competiciones de nada.

Hasta principios del siglo pasado había lecheros que subían al monte desde Segovia

Desde luego, no es un sitio al que apetezca subir con rejones de 87 centímetros a cuestas, sabiendo que hay dos horas y media de camino desde la carretera más cercana, en el valle de la Fuenfría.

Julio Vías, en sus bien documentadas Memorias del Guadarrama, recuerda que, en la vertiente septentrional del collado -la de Valsaín-, estuvo la desaparecida ermita de los Remedios, donde los monteros reales solían reunirse en vísperas de las grandes cacerías medievales; monteros que quizá ejercitaran su fuerza y su destreza -imprescindibles para luego alancear osos y jabalíes- tirando barra en este portacho. Todo pudiera ser. A decir verdad, cosas más raras se han visto en Tirobarra.

El lugar accesible en coche más próximo al collado es el aparcamiento de Majavilán, que está a 1.380 metros de altura en el valle de la Fuenfría, al final de la carretera que sube desde Cercedilla. Desde allí ascenderemos por la calzada romana hasta el puerto de la Fuenfría (1.796 metros; una hora y media), donde giraremos a la izquierda para seguir por lo más alto una senda marcada con trazos blancos y amarillos que, en media hora más, nos llevará a la cima del cerro Minguete (2.023 metros) y, en otra media, rodeando el picudo Montón de Trigo, al collado de Tirobarra (1.984 metros).

Además de un panorama inmenso de cumbres y pinadas, Tirobarra ofrece un silencio tal, que se oye a los buitres volar y a las vacas y yeguas pastar, casi como si comiesen turrón. Por retirado que hoy parezca este collado, es noticia cierta que, hasta principios del siglo pasado, había lecheros que subían todas las noches desde la ciudad de Segovia, atravesando 20 kilómetros de montañas, a por la leche de las cabras que en él se recogían, lo cual se nos antoja mucho más arduo e insólito que venir a lanzar barrotes.

Doblando en el collado a la derecha, por senda ya sin señalizar, descubriremos, a unos 300 metros al noreste, la ruina de uno de aquellos corrales de cabras, que domina desde su posición avanzada el entero pinar de Valsaín. Y otro corral más grande y mejor conservado hallaremos cuando, virando nuevamente a la diestra, nos descolguemos a campo traviesa por la empinada ladera en busca del arroyo de las Cabras, cuya cabecera se presenta tapizada de hierba muelle y jugosa incluso después del más riguroso estío.

Por debajo de este segundo corral, un hito nos indicará el arranque de una vereda que desciende por la derecha del arroyo para salir enseguida a una alargada pradera, donde a su vez nace un nítido camino -también señalizado con un hito- por el que bajaremos atravesando la boscosa umbría del Montón de Trigo. Así, como a cuatro horas del inicio, desembocaremos en una pista forestal de firme asfaltado, justo allí donde se hallaban la venta de la Fuenfría y la ermita de los Remedios, la de los monteros deportistas.

Pista arriba, junto a la fuente de la Reina, vuelve a aparecer la calzada romana, que nos devolverá sin pérdida posible al puerto de la Fuenfría (cinco horas) y al aparcamiento de Majavilán (seis).