Antonio Drove, la militancia del cine
Jean-Paul Sartre sorprendió en sus años de profesor de Filosofía a padres y alumnos de su instituto cuando en una conferencia que en principio sólo era sobre su especialidad, les dijo: "Chicos, id al cine, id mucho al cine". Porque sin duda una manera de introducirse en algunas complejidades y perplejidades de la vida era -y es- ir al cine. Antonio Drove pertenece a una generación en la que la vida y el cine intiman y se enamoran, aunque no creo que Drove confundiera nunca a Maureen O'Hara con su novia. Cinéfilo profundo, Antonio Drove combatía con el cine, por el cine e incluso contra el cine en las proyecciones de cineclub que permitían, durante la dictadura, espacios de discusión y libertad. El cine era más libre que la vida allá afuera. Acompañado por Manolo Revuelta -auténtico Sócrates de la platea-, Pedro Costa o Julián Marcos, Drove y sus compañeros sacudían a un público demasiado confortablemente situado en la progresía, y les hacían mirar al otro lado de la película, allí donde el arte se queda en artificio. A veces, a los progres les sentaba mal el que les sacaran de sus seguridades, pero en cualquier caso la mirada quedaba depurada. Antonio Drove no militaba en ningún partido, pero su generosidad vital le llevaba a meterse en cualquier charco, y entonces llovía más que ahora.
Oigo o leo que Antonio Drove no logró hacer el cine que hubiera querido hacer. Bueno, eso es más frecuente que lo contrario. Lo que pasa es que con Antonio siempre pensamos que iba a ser jefe de fila de nuestra generación. Acaso lo fuera, pese a todo. Caza de brujas o ¿Qué se puede hacer con una chica? fueron deslumbrantes inicios. Pero ahí siguen, no se han borrado. Me da igual que fueran al principio o al final. Cierto, luego vinieron las películas comerciales. Pero no el cansancio ni el abandono de alguien que, como Antonio Drove, siempre tuvo un entusiasmo y una fuerza capaz de llegar -esta vez, sí irremediablemente cerca del final- a aquellos formidables programas de televisión en los que pudo expresar un cine puro y surrealista. Y recuerdo especialmente uno con Tip y Coll, en los antípodas de un cine entregado o cansino. ¿Drove, un director frustrado? No lo creo. Depende de qué pensemos que sea el éxito, si es algo multitudinario o la permanencia en la memoria de algunos, muchos o pocos, pero para siempre.-
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