Los futuros opuestos de EE UU
En EE UU los macroeconomistas centrados en la economía nacional y los economistas financieros internacionales mantienen opiniones muy distintas -opuestas de hecho- respecto a las consecuencias probables que tendrá el enorme déficit por cuenta corriente estadounidense. Los expertos en finanzas internacionales ven la probabilidad de una crisis financiera, seguida de una dolorosa y quizá prolongada recesión en EE UU. A los macroeconomistas centrados en la economía nacional, la posible caída del valor del dólar no les parece una crisis, sino una oportunidad para acelerar el crecimiento. Ellos ven las cosas de la siguiente manera: en el futuro, los bancos centrales extranjeros estarán menos dispuestos a comprar cantidades enormes de activos denominados en dólares para hacer subir el papel moneda. Cuando dejen de comprar, el valor del dólar caerá. Pero a medida que caiga el dólar, las exportaciones de EE UU se volverán más atractivas para los extranjeros, el empleo aumentará en el país y los trabajadores serán reasignados a nuevos sectores exportadores vibrantes. Será como lo que ocurrió en EE UU a finales de los años ochenta, cuando el dólar se depreció respecto a la libra, el marco alemán y -lo más importante- el yen japonés.
Dado que la caída del dólar aumenta el precio de las importaciones, la Fed tendrá que subir, no bajar, los tipos, y vender, no comprar, bonos
Los economistas financieros internacionales prevén un futuro mucho más sombrío. Prevén que el fin de los programas de compra de dólares a gran escala por parte de los bancos centrales no sólo conducirá a un descenso del dólar, sino también a una subida de los tipos de interés a largo plazo en EE UU, lo cual hará disminuir inmediatamente el gasto en consumo y tras un breve intervalo estrangulará el gasto en inversión.
También es verdad que consideran que las exportaciones estadounidenses se beneficiarán del descenso del dólar, pero el desfase de la demanda es tal que el aumento de las exportaciones se producirá uno o dos años después del descenso del gasto en consumo y en inversión. Entre ocho y diez millones de personas tendrán que cambiar de trabajo y dejar los servicios y la construcción para pasarse a las exportaciones y a mercancías que compitan con las importaciones, lo cual supondrá un aumento del desempleo estructural. Además, puede producirse un pánico financiero: las grandes instituciones financieras con pasivos a corto plazo y activos a largo plazo tendrán dificultades para capear un gran aumento de los tipos de interés a largo plazo denominados en dólares. Esta descompensación puede causar tensión financiera y quiebra con la misma facilidad que los activos en moneda local y los pasivos en dólares de los bancos causaron tensión y quiebras en las crisis mexicana y del este de Asia en la década de los noventa y en la crisis argentina de esta década.
Cuando los economistas financieros internacionales esbozan esta hipotética situación, los macroeconomistas centrados en la economía nacional responden que suena a política monetaria incompetente. ¿Por qué iba la Reserva Federal a permitir que los tipos de interés a largo plazo se dispararan sólo porque otros bancos centrales hayan dejado de comprar dólares? ¿No debería actuar y hacer sus propias compras de bonos del tesoro a largo plazo estadounidenses para mantener los tipos de interés a largo plazo en un nivel que condujera al pleno empleo?
A esto, los expertos en finanzas internacionales responden que la Reserva Federal no tiene poder para hacerlo. Dicen que cuando se vea obligada a escoger entre el pleno empleo y la estabilidad de precios preferirá esta última, porque su memoria institucional de la década de 1970, cuando la inflación se desbocó, se mantiene muy firme. Por consiguiente, dado que la caída del valor del dólar aumenta el precio de las importaciones, funcionando así como choque negativo para el lado de la oferta en la economía, la Reserva Federal tendrá que subir, no bajar, los tipos de interés, y vender, no comprar, bonos. Economistas serios a los que respeto están adoptando posiciones firmes en lados opuestos de este debate. Yo no sé lo suficiente para decir qué bando tiene razón, pero ciertamente sé qué lado espero que esté equivocado.
J. Bradford DeLong es catedrático de Economía en la Universidad de California en Berkeley y fue subsecretario del Tesoro de EE UU durante el gobierno de Clinton. © Project Syndicate, 2005.
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