Valen los rechaces

A falta de juego, buenos son los rechaces, y al Villarreal le alcanzaron dos para tumbar al Espanyol, tan laborioso como desafortunado, en un partido muy malo. Disminuido por las ausencias y reducido De la Peña por Senna, el equipo de Lotina braceó hora y media para caer en la hamaca del efectivo Villarreal, que le aguardaba tan pancho en la orilla.

Muy perezoso, el Villarreal apagó la luz en cuanto se encontró con un gol a la salida de un córner antes de que sonara el despertador del descanso y ya no se levantó hasta que le empataron. Josico acertó a rematar el rechace de la defensa y, tapado como estaba Kameni, la pelota se escurrió entre las manos del portero. Un gol tan lento como el juego amarillo. Masticaba la jugada una y otra vez y a la de tres, en cuanto se presentaba en la línea de tres cuartos, perdía la pelota. El Villarreal era un equipo pastoso, sin ritmo ni desmarque, falto de alegría y de pegada. El gol, sin embargo, parecía darle la razón a su dormidera.

Aunque le faltó cabeza y hasta un plan de juego, el Espanyol le puso mucho más interés al partido. El equipo de Lotina llegó por las bandas, sobre todo por la derecha, en que Armando Sá tiró un par de centros muy interesantes, y después por la izquierda con Riera. Luis García acudió siempre al remate de uno y otro lado con la puñetería de un delantero que se gana la vida en cada partido. El ariete disparó al larguero nada más empezar el partido y batió a Viera al inicio del segundo tiempo. Al final, sin embargo, el Espanyol se fue contagiando de la parsimonia del Villarreal. Desactivado Lo Pelat, no atinó a remachar el partido, y el Villarreal resolvió en una aparición de Riquelme. Hasta seis zagueros salieron a su encuentro y el balón salió rebotado para la bota de Senna, que engatilló. Recuperada la ventaja, el Villarreal volvió a su cama y mató el partido con una facilidad espantosa.