Lima. La 'pasión crítica' de Ricardo Silva-Santisteban
DECIR QUE Ricardo Silva-Santisteban (Lima, 1941) es uno de los pilares de la poesía peruana de las últimas décadas es afirmar un hecho que todos los datos verifican y es, al mismo tiempo, decir sólo la mitad de la verdad. A su labor como poeta, editor y crítico hay que agregar su extraordinario trabajo como traductor y director de una de las mejores colecciones de poesía que existen hoy en castellano, El Manantial Oculto, publicada por la Pontificia Universidad Católica de Perú. En España, el nombre de Silva-Santisteban está vinculado a una de las ediciones de referencia de la poesía completa de Mallarmé en castellano (Hiperión, 1980, en dos volúmenes) y a la excelente antología del romanticismo inglés La música de la humanidad (Tusquets, 1993).
Pero es en Lima donde Silva-Santisteban viene realizando lo mejor de su labor inquieta y minuciosa. A mediados de los noventa emprendió la edición facsimilar completa de la poesía de César Vallejo, que después completó con el teatro y la narrativa. Editó y prologó las obras de César Moro, escribió artículos canónicos sobre Westphalen y Eguren, preparó una amplia y compleja antología del teatro escrito en Perú. En 1998 publicó un trabajo memorable y monumental, que debieran tener al menos todas las bibliotecas universitarias del orbe hispánico: los volúmenes Stéphane Mallarmé en castellano, Poesías y Divagaciones, en cuyas más de mil quinientas páginas no sólo tradujo todo Mallarmé, incluyendo los imprescindibles escritos en prosa, sino que repasó con rigor la historia de su recepción en nuestra lengua. Este tomo de la obra descubre delicias tales como la figura del poeta argentino Leopoldo Díaz, quien llegó a sostener correspondencia con Mallarmé -Silva-Santisteban reproduce las cartas- acerca de las traducciones que Díaz publicaría finalmente en 1897.
El Manantial Oculto es, a cada volumen, una muestra de buen gusto poético y de excelente criterio editorial. Esta colección limeña combina el rescate de poetas peruanos del siglo XIX, como las Baladas de Manuel González Prada, con muestras de la genial rareza de la vanguardia latinoamericana, como 5 metros de poemas, de Carlos Oquendo de Amat, publicado originalmente en 1927. A lo que suma la recuperación de traducciones históricas de obras clásicas, como la versión de los Cantos de Leopardi realizada a finales del XIX por el colombiano Antonio Gómez Restrepo, las de Valéry a cargo del poeta cubano Mariano Brull (1891-1956) o los dos tomos del Fausto de Goethe vertido por el chileno Manuel Antonio Matta, cuya primera edición es de 1907. Se construye así un registro accesible -despojado, además, de toda pesadez academicista- de diversos momentos y latitudes de un castellano literario que, de otro modo, quedaría arrumbado para siempre en unas cuantas bibliotecas dispersas.
La misma editorial universitaria ha sacado ahora, en dos tomos y bajo el título de Escrito en el agua, una extensa muestra de la labor de Silva-Santisteban como crítico e historiador de la literatura. Amplias secciones dedicadas a los nombres mayores de la poesía peruana se alternan con ensayos sobre Joyce, Maupassant, el simbolismo y el surrealismo francés, la poesía colonial de Brasil o incursiones en Catulo y Horacio. Es la puesta al día de una labor que, sumando inspiración e inteligencia, humildad y ambición, ha convertido a Lima en una de las capitales insoslayables de la poesía y de la reflexión estética en el mapa del castellano.
Edgardo Dobry (Rosario, Argentina, 1962) acaba de publicar el libro de poemas El lago de los botes (Lumen).
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