_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Zurdo

BASTARDO Y, con casi completa certeza, zurdo y homosexual, no podemos considerar hoy día ninguna de las características antedichas como rarezas, o tan sólo, desde un punto de vista comparativo. En la época en la que vivió Leonardo da Vinci (1452-1519) tampoco parece que lo fueran, pero eran, cuanto menos, vergonzantes. En todo caso, se sumaron a una personalidad verdaderamente original y proteica, muy pronto consciente de su excepcional valía y, por tanto, de carácter suspicaz y progresivamente misantrópico. De una curiosidad intelectual sin límites, de espíritu esforzado y valiente, su aguda sensibilidad le hizo muy inquieto e inestable, marcando su destino y trayectoria como una constante fuga hacia delante, como huyendo del gravoso peso de su existencia, cuya cola se arrastraba como difuminando las huellas que él mismo iba dejando. Ya ante sus contemporáneos, se creó una merecida fama de ser misterioso e inaprensible, adorado por unos como un genio insólito y considerado por otros como casi un embaucador, que echó a perder su talento. Por todo ello, con el paso del tiempo, se fue haciendo una aureola de singularidad legendaria, que ha alcanzado su apoteosis en nuestra época, que parece empeñada en explotar su fama deformando e, incluso, caricaturizando su verdadero mérito. De esta manera, este hombre único, paradójicamente se ha convertido en el campeón de los renteros de la banalidad, ya sea a través de la divulgación seudocientífica, de la psicología de andar por casa y, ¡ay!, de la novela barata, que hoza en su reluctancia cifrándola en códigos pueriles. ¡Qué triste proyección para quien se definió como "omo sanza lettere", "hombre iletrado", aludiendo con ello a que no era como los pomposos filólogos y retóricos de su tiempo, sino un simple cultivador de la experiencia!

De todas formas, no todo lo que se difunde en la actualidad sobre Leonardo tiene un perfil tan reductor y pedestre. Acaba de publicarse en castellano una biografía extraordinaria: la escrita por el británico Charles Nicholl, Leonardo. El vuelo de la mente (Taurus), donde se demuestra, una vez más, que la realidad histórica contrastada tiene mucho más interés y es cien veces más apasionante que la anacrónica ficción de tres al cuarto, porque, al fin y al cabo, el misterio humano no es tan fácil de codificar, ni aun genéticamente, porque, sin previa manipulación, y por el momento, hasta el ADN hay que vivirlo.

En cualquier caso, el misterio de Leonardo está patente en sus obras conservadas, la plástica y la literaria, aunque no sepamos explicárnoslas por completo. Hay que gastar pacientemente nuestra mirada ante sus cuadros y dibujos. Hay que leer y releer sus escritos, como la reciente publicación de una nueva versión de sus curiosos Escritos literarios (Tecnos-Alianza). La reconstrucción de su epopeya vital exige un denodado esfuerzo de erudición y competencia crítica, como los que ha derrochado Charles Nicholl. Nada de atajos y trucos sin otro designio que la mixtificación comercial, sólo útil para pasar el tiempo, lo único que un mortal no puede dilapidar. Para aproximarse a Leonardo, zurdo, hay que saber manejar la mano izquierda, que es la mano de la revelación artística.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_