Control policial a la hinchada croata
Serbia para en la frontera a quienes no tengan entrada y frustra el primer viaje masivo desde la guerra
La desazón producida por el durísimo impacto que causó la eliminación de Serbia se está transformando en Belgrado en una extraña sensación, entre el recelo y una tensa espera, por cuanto pueda suceder con las hinchadas de Croacia y Eslovenia. Con motivo de los partidos de cuartos de final en los que sus selecciones se enfrentan a las de España y Alemania se esperaba el primer desembarco masivo de seguidores croatas y eslovenos en Belgrado desde que ambos países declararon su independencia de la antigua Yugoslavia en el verano de 1991. Sin embargo, la falta de entradas y las medidas de seguridad adoptadas por la policía serbia impedirán una presencia numerosa de seguidores croatas y eslovenos. Sólo entre 100 y 200 croatas poseían ayer entradas y la policía serbia no está dispuesta a permitir que atraviesen la frontera aquellos seguidores que no tengan ya su localidad.
La guerra estalló hace 14 años, justamente cuando Yugoslavia disputaba el Europeo de Roma. El base esloveno Jure Zdovc tuvo que abandonar la concentración del equipo siguiendo las indicaciones del presidente de su país recién independizado. La guerra, el embargo de la ONU hasta 1995 y los conflictos latentes entre los países balcánicos aconsejaron prohibir los viajes organizados de seguidores de uno a otro país. Existe desde hace cuatro años la Liga Adriática de baloncesto en la que compiten croatas, serbios, eslovenos y bosnios pero los seguidores no pueden desplazarse en masa a las pistas de los equipos rivales. Tampoco hubo desplazamiento en la eliminatoria previa a la Eurocopa de 2000 de fútbol que disputaron serbios y croatas.
El odio y las cuentas pendientes se han dirimido varias veces en el terreno deportivo. La selección croata disputó la primera fase del Europeo de baloncesto en Podgorica, ciudad montenegrina cercana a la frontera con Croacia. Casi 3.500 seguidores con los colores blanco y rojo de la bandera croata llenaron las gradas del Moraca, el pabellón de la ciudad montenegrina. No se produjeron incidentes importantes, pero un coche de la televisión croata sufrió serios daños tras el partido de cuartos de final entre Italia y Croacia.
Pero Podgorica no es Belgrado ni Montenegro, Serbia, donde la policía ha reforzado unas medidas de seguridad ya de por sí severas. El temor es que cualquier pequeña chispa pueda prender la llama de una animadversión que ya ha dado pie a más de un desagradable incidente. El peor fue el que se produjo en junio de 2003 con motivo de la final del Europeo de waterpolo que croatas y serbios disputaron en Kranj (Eslovenia). Muchos aficionados croatas, decepcionados tras la derrota por 9-8, se enzarzaron en una monumental pelea con jugadores, directivos y aficionados serbios. La policía eslovena detuvo a siete personas y hubo varios heridos. A raíz de aquellos sucesos, unos mil extremistas serbios atacaron la embajada croata en Belgrado. El conflicto se extendió a la diplomacia y el ministro de Asuntos Exteriores, Tonino Picula, canceló una visita a Montenegro.
Aunque el fracaso de la selección anfitriona ha empujado a muchos seguidores serbios a revender sus entradas, los organizadores del Europeo de baloncesto no creen que la presencia de aficionados croatas y eslovenos sea muy importante. "No se atreverán, saben lo que les espera si acuden a Belgrado", vaticinaba una autoridad municipal de la capital serbia. Un miembro de la expedición croata explicó que, efectivamente, los seguidores croatas que deseaban hacer un esfuerzo por viajar a Belgrado no las tienen todas consigo porque lo máximo que podían conseguir son entradas de reventa que les dejarían desperdigados en la grada. Su indefensión en ese caso aún sería mayor.
Los organizadores del Europeo de baloncesto están en guardia. La afición croata dio motivos para recelar de su mala fama el pasado 7 de septiembre, con motivo del empate a uno de su selección de fútbol en Malta, varios seguidores arrancaron los asientos de la tribuna y los lanzaron contra el palco. La policía arrestó y deportó a más de 100 seguidores. Fue el último episodio de unos enfrentamientos que la policía serbia desea evitar a toda costa.
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