Bush logra apoyos demócratas para su candidato a presidir el Supremo
El juez John Roberts, de 50 años y candidato a ocupar el puesto de presidente del Tribunal Supremo de EE UU en lugar del recientemente fallecido William Rehnquist, no tendrá problema alguno para ser confirmado hoy por el Comité de Asuntos Judiciales, ni la semana próxima por el pleno del Senado. A los votos republicanos, que tiene seguros, se le unirán varios que no estaban garantizados, siguiendo el ejemplo de Patrick Leahy, el demócrata más veterano del Comité, que anunció ayer su sí.
La confirmación de Roberts, salvo terremotos de última hora, estaba en el buen camino, porque el juez resistió bien los interrogatorios de los senadores la pasada semana: mostró algunas cartas, escondió muchas otras y aseguró que no llegaba con un programa político y que está convencido de que los magistrados no deben ser ideólogos. El martes, el líder de la minoría demócrata en el Senado, Harry Reid, anunció que iba a votar que no "influido por los representantes de grupos feministas y políticos". Pero Leahy rompió ayer filas y anunció su voto favorable a Roberts, no tanto porque hubiera despejado todas sus inquietudes como porque el juez "es un hombre íntegro, y creo en su palabra cuando dice que no tiene un programa ideológico".
Además, señaló el senador, "según mi juicio, mi experiencia y mi conciencia, siempre es mejor votar sí que votar no". Inmediatamente después, otro veterano, Ted Kennedy, anunció su voto negativo, pero su decisión estaba descontada y no altera las cuentas. En el Comité hay 10 senadores republicanos y ocho demócratas; con la mayoría garantizada, lo normal es que varios demócratas moderados también apoyen a Roberts la semana que viene. Además, Reid dejó claro que, a pesar de su voto en contra, no iba a pedir al bloque demócrata ninguna maniobra de filibusterismo para entorpecer el nombramiento.
El puesto de O'Connors
La declaración de Leahy llegó a la salida de la reunión que tanto él como otros tres senadores mantuvieron con el presidente Bush, dedicada a discutir la inminente nominación de otro puesto vacante en el Supremo, el de Sandra O'Connors. ¿Eso quiere decir que el mensaje de Bush es que va a nombrar a alguien moderadamente conservador, como era O'Connors, en lugar de un juez militante o extremista, y que ese mensaje ha sido respondido con la mano tendida de Leahy? Los que creen que sí valoran que el presidente -seriamente agobiado por la crisis abierta por el huracán Katrina, que cayó en terreno abonado por el callejón sin aparente salida de Irak- quizá no quiere abrir una batalla ideológica en el Supremo, porque su prioridad es recuperar la credibilidad y la confianza perdidas y reconstruir una imagen de unificador muy deteriorada por guerras y huracanes.
Pero Bush no soltó prenda sobre su candidatura y Arlen Specter, presidente del Comité, sigue pronosticando que la discusión sobre la próxima nominación "será mucho más bronca", porque "en la confirmación de Roberts se ha puesto de manifiesto mucha frustración" que probablemente estallará en el próximo debate.
La Casa Blanca está bajo la presión de los grupos más conservadores para que el próximo magistrado no sea ambiguo ni dé lugar a sorpresas; esos grupos, que lamentan que Roberts sea meramente un conservador pragmático que proclama la defensa del derecho a la intimidad -el eufemismo para hablar de que el aborto seguirá siendo legal- han llevado a cabo una furiosa ofensiva para impedir que el responsable de Justicia y amigo de Bush, Al González, llegue al Supremo, porque, en su opinión, también es blando sobre el aborto y sobre la discriminación positiva de las minorías. El presidente recibe presiones, por otra parte, para nombrar una mujer o un hispano -sería el primero en el Supremo-, o la solución doble: una juez hispana, como Consuelo Callahan o Sonia Sotomayor. Los demócratas están preocupados por la posibilidad de que Bush elija a dos mujeres que consideran especialmente partidistas, las jueces Janice Rogers Brown y Priscilla Owen.
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