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53º FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE SAN SEBASTIÁN

De la guerra de las Malvinas a un retablo de las desdichas

Ángel S. Harguindey

La jornada del martes del festival donostiarra introdujo de lleno a los numerosos espectadores y comentaristas en el terreno de la depresión. Iluminados por el fuego, del argentino Tristán Bauer, y Stesti (Algo como la felicidad), del checo Bohdan Sláma, convirtieron la pantalla en el reino del exorcismo. Colectivo en el caso argentino e individual, en el checo.

Iluminados por el fuego enfrenta al espectador con las miserias de la guerra. Podría adscribirse al género bélico pero el conflicto que muestra tiene unas características especiales que le desmarca de lo establecido: Bauer ofrece su mirada sobre la guerra de las Malvinas a través de los recuerdos de uno de los jóvenes argentinos que fueron obligados por la dictadura militar a combatir en tan inhóspito lugar. Con un tono próximo al documental (Bauer se ha curtido en dicho género) y un notable brío en las numerosas secuencias bélicas, se adentra en lo que podría llamarse "la demagogia de los hechos": mandos militares arengando a la tropa con un infame patrioterismo, soldados desconcertados, estupefactos, algo de material de archivo de las favorables concentraciones populares para sonrojo de la ciudadanía, incompetencia, hambre, frío, muerte y desolación. Es, pues, el relato de una histórica derrota anunciada que honra a quien eligió tan agrio tema.

Es cierto que el cine cuenta entre sus obras maestras con varios filmes antibelicistas, pero Iluminados por el fuego, sin alcanzar la maestría, es algo más. La pantalla en este caso es el espejo de una decisión inútil y gratuita que costó varios cientos de muertes y suicidios entre quienes no tuvieron la menor oportunidad de rechazarla o discutirla.

Abatimiento

En Stesti (Algo como la felicidad) se reduce el campo de acción de los sentimientos y conceptos pero se mantiene una atmósfera depresiva similar. Ya no se habla de la Patria, el Honor o la Victoria, ni hay discursos estúpidos, pero ninguno de los personajes que se asoman a la pantalla levanta cabeza. Bohdan Sláma nos recuerda 24 veces por segundo las desdichas de los desheredados de la industrialización.

Algo como la felicidad es una película compacta, bien estructurada e interpretada y sin concesiones a la benevolencia. El filme es un gran retablo del infortunio humano en el que nunca se vislumbra el final del túnel. Madres solteras, maridos borrachos, indigentes, macarras... una retahíla de desgraciados, reales como la vida misma, sin duda, presentados con tal densidad demográfica que la posible solidaridad de quienes los contemplan se ve empañada por el abatimiento.

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