Afganistán vota
Una de las dos grandes operaciones promovidas por Estados Unidos con el propósito de extender la democracia en el mundo islámico alcanza hoy uno de sus momentos críticos con la celebración de las primeras elecciones legislativas libres en Afganistán; ese hecho permite hablar de un cierto éxito político, al menos si lo comparamos con la cruenta democratización de Irak.
La cara de la moneda es que compiten cerca de 6.000 candidatos, de ellos 575 mujeres; y que 12 millones de afganos (dos millones más que en las presidenciales de octubre) se han registrado para votar en 25.000 colegios, muchos en parajes casi innacesibles, a los que se han llevado las papeletas -impresas en Austria- a lomos de jumento. La cruz está en que este año ha sido el más sangriento desde el fin de la guerra contra los talibanes.
Las elecciones se celebran sin partidos reconocidos como tales para no ahondar la división tribal, según el presidente Karzai. La mayoría de los señores de la guerra tienen la victoria asegurada en sus feudos respectivos, lo que amenaza con hacer permanente la fragmentación del país. No faltan tampoco ex talibanes entre los candidatos, como Al Haj Maulvi Qalamudin, jefe de la anterior policía religiosa, que reprimía a los hombres que no llevaban barba y a las mujeres sin burka.
Con una posguerra muy bélica en marcha, Estados Unidos quiere que se fusionen bajo su mando las dos fuerzas internacionales, la propia y la de la OTAN, formada ésta por europeos, entre ellos casi un millar de españoles. Francia y Alemania ya han mostrado su oposición y España hará otro tanto. Pero negarse a participar en una fantasmal guerra de fronteras no significa dejar a Afganistán a su suerte. El esfuerzo de reconciliación, democratización y modernización ha de seguir; con el concurso de España.
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