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Los evacuados del Katrina, en el limbo

El medio millón de desplazados de Nueva Orleans no saben cuándo podrán rehacer sus vidas

Robin Jacob tiene 28 años, está embarazada de ocho meses y aún no sabe en qué hospital va a dar a luz a su hijo. Hace casi tres semanas, ante la llegada del huracán Katrina a la costa de Luisiana, la joven estudiante y su marido, Jimmy, abandonaron su casa y desde entonces viven en un cámping sin saber cuándo podrán volver. "En lo único que pienso por ahora es en llevar a mi mujer a algún sitio donde pueda dar a luz en buenas condiciones", señala Jimmy, de 27 años, que trabajaba como supervisor en una fábrica de vehículos militares.

A medida que pasan los días, la ansiedad y la incertidumbre ante el futuro van haciendo mella en el medio millón de personas desplazadas por el ciclón de la zona metropolitana de Nueva Orleans. El lunes pasado, los Jacob asistieron a una reunión con las autoridades de St. Bernard, una de las zonas más dañadas por el Katrina, para escuchar junto a cientos de sus vecinos la cruda realidad: muchas casas siguen inundadas y nadie, por ahora, puede regresar. "Lo peor es no saber qué va a ser de nosotros", afirma Robin, cuyos rasgos faciales denotan su origen isleño, como llaman aquí a los descendientes de inmigrantes canarios. "Si supiéramos algo, al menos podríamos hacer planes".

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En todos los lugares públicos de Baton Rouge -supermercados, cines, cafeterías...- es evidente la presencia de los evacuados de Nueva Orleans, que no pierden oportunidad para relatar sus experiencias y recibir palabras de consuelo de la población local. Muchos están alojados en casas de familiares, otros en refugios. También los hay en moteles de carretera, en cámpings y en refugios habilitados por la Cruz Roja. Desde las familias más pobres, en su mayoría de raza negra, a las residentes en las zonas más exclusivas de Nueva Orleans, todos tienen un denominador común: no pueden volver a sus casas y, lo que es peor, no saben cuándo podrán comenzar a rehacer sus vidas.

Troy Porter, un carpintero de 43 años, está pensando en quedarse a vivir en Baton Rouge a pesar de que su casa sólo ha sufrido daños menores. "Llevo toda mi vida, desde que era un niño, viendo pasar tormentas y huracanes. Estoy harto", dice sentado sobre su cama del refugio instalado en el recinto ferial de la ciudad, a orillas del río Misisipi. Troy, quien abandonó Nueva Orleans en su coche junto a su madre horas antes de que llegase el huracán, tiene a una hermana evacuada en el Estado de Misisipi y un hermano en Tejas. "Hablé ayer con ellos y ya estoy más tranquilo. Lo demás me importa poco", asegura. "Aquí estamos en una especie de limbo, pero teniendo en cuenta lo mal que lo han pasado otros, no nos podemos quejar", añade.

A su lado, también soltero y también de raza negra, se sienta Iron Porche, que fue evacuado en helicóptero una semana después del paso del Katrina por el barrio más pobre de Nueva Orleans. "¿Que cuáles son mis planes? Seguir trabajando y seguir viviendo en el mismo barrio", dice Iron, de 55 años. Este funcionario, que trabaja en el mantenimiento de un edificio municipal, cree que dentro de un año la ciudad estará reconstruida en un 80%. "Nueva Orleans tiene fuerza suficiente para recuperarse", sostiene.

Esperar más información

En el mismo refugio, junto a otras 1.500 personas, se aloja la maestra nicaragüense Eugenia Medina, de 58 años. Eugenia no sabe qué va a ser de la escuela donde enseña español desde hace ocho años y está a la espera de información para decidir qué hace con su vida. "Me han dicho que las clases no pueden comenzar porque la escuela está inundada. Todavía no sé si nos van a reubicar o si me quedo en la calle", explica con resignación.

Al otro lado de la ciudad, sentados en la terraza de una cafetería, Jack y Holly Ruly llaman por sus teléfonos móviles para recabar información sobre la situación de su barrio. Situado a orillas del lago Pontchartrain, Lake Field es una de las mejores zonas residenciales de Nueva Orleans y también una de las más castigadas por el Katrina. El matrimonio y sus dos hijos, de 10 y 15 años, están alojados en casa de una hermana de ella en Baton Rouge.

"Todo el mundo pensaba que iba a ser cuestión de dos o tres días, que la luz volvería pronto y que podríamos regresar", explica Jack, abogado de profesión, que planea reconstruir su casa en cuanto pueda. "Ahora todo el mundo está vagando por ahí sin saber qué hacer, pero la mayoría ha nacido y crecido en Nueva Orleans y no quiere vivir en otro sitio".

Un sargento de la Guardia Nacional lleva en brazos a un hombre rescatado de su casa en Nueva Orleans.
Un sargento de la Guardia Nacional lleva en brazos a un hombre rescatado de su casa en Nueva Orleans.AP

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