Queremos al agua
El agua es como la vida, si sobra nos ahogamos y si falta nos morimos.
Una vez más, llegamos al mes de septiembre sin lluvias. Tenemos que saber que es lo que hemos hecho con el agua desde aquel 8 de octubre del pasado año en el que, después de un verano tórrido, vimos las primera lluvias de otoño y, con la esperanza de que continuara, nos olvidamos, una vez más, de que nuestra tierra está permanentemente amenazada por la falta de lluvias, por la sequía.
Desde aquel día sólo han llovido unos 164 litros por metro cuadrado, que se han distribuido en el calendario como gotas que caen en un papel de estraza. Con esta cantidad de lluvias todas las prevenciones y alarmas deberían estar activadas, puesto que la demanda de agua por los usuarios tiende a incrementarse de manera independiente de los ciclos de lluvia o de la cantidad de lluvia caída.
Tenemos que recordar y aprender que cuando la lluvia disminuye hasta el punto que lo ha hecho, casi a la cuarta parte de lo de un año normal, si no tomamos medidas drásticas de ahorro entramos en una secuencia de hechos que conduce a lo que conocemos como desierto. Las actividades y ciclos naturales dejan de funcionar, lo que trae consigo la mortandad y desaparición de plantas y animales; las actividades económicas relacionadas con éstas fracasan arruinando a las personas que están dedicadas a ellas y condicionando gravemente sus expectativas, lo que provoca inmediatamente la disminución de la dimensión de la actividad y su empobrecimiento, que se transmite inexorablemente al resto de la sociedad.
El pillaje sobre el agua se hace realidad para intentar sobrevivir. El paisaje "y algo más"se modifica como consecuencia del cese en la producción de organismos y plantas y por los devastadores incendios tanto naturales como provocados por la actividad humana, siendo severamente impedida la posibilidad de su reposición y, en cualquier caso, mucho más dilatada en el tiempo. La disminución o el cese de la corriente de agua en los ríos provoca la muerte del ecosistema que estaba mantenido por ésta, generando la esterilidad tanto de estos ríos como de buena parte de las zonas por la que corre y de las que se nutre. El recurso a las aguas subterráneas es siempre coyuntural, "para salvar los muebles" donde se pueda, y su reposición es a largo plazo.
En todo este territorio se encuentra el hombre, estamos todos nosotros, las aglomeraciones urbanas y sus actividades económicas con una, cada vez mayor, demanda de agua. La capacidad de los embalses en nuestra zona parece suficiente en este momento y en un horizonte anual, gracias a la capacidad de almacenamiento de agua. Si la demanda, todos los usuarios tanto públicos como privados, mejora la presión a la que tenemos sometido el gasto de agua y así mismo ponemos manos a la obra para devolver la mayor parte del agua que tiramos por el desagüe, en las mejores condiciones que hoy día permiten las técnicas de depuración, podemos mirar adelante con esperanza.
Esta manera de comportarse es la que diferencia a una sociedad retrasada y tribal, que nadie desea, de una sociedad moderna y consciente de sus derechos y obligaciones, comprometida con un futuro en armonía con su entorno, que sabe estar en relación con su medio rechazando y oponiéndose a su mera explotación.
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