Zarpazo eléctrico

Es muy de agradecer que las giras que el veterano rockero angelino Stve Wynn viene realizando a lo largo de la última década ofrezcan al menos un buen manojo de paradas en territorio estatal. En esta ocasión, son hasta nueve las ciudades peninsulares que pueden contemplar en directo el extraordinario estado de forma por el que atraviesa, a más de 20 años del inicio de una provechosa carrera.

La edición del soberbio ...Tick... tick... tick (tercero de una serie de álbumes consecutivos grabados en Tucson desde 2001, con los que ha sublimado su amplia paleta de cromatismos sonoros) es la última excusa para constatar la maestría de este corredor de fondo del rock norteamericano, inmerso desde la noche de los tiempos (su debut con su antigua banda The Dream Syndicate en 1982, que seguía la estela de los primeros REM) en un sendero propio que no conoce de modas, coyunturas ni corrientes aferradas al implacable metrónomo de las tendencias.

Le basta con el apoyo de una excelente banda (mención especial para el bajo de DeCastro, siempre despuntando por encima de lo meramente funcional) y un repertorio sólido y pleno de credibilidad, macerado al calor de años de experiencia.

Su incursión (como es ya habitual) entre las primeras filas del público para incidir en su atronadora relectura del clásico Days of Wine and Roses es la viva síntesis de todo lo que debería esgrimir un buen concierto: sudorosa entrega, comunión con un público volcado y la sensación de asistir a un espectáculo rebosante de esquirlas de electricidad como resultado de un engranaje creativo vivo, atinado e inteligente.