'Himnus interruptus' en el Camp Nou
"Catalunya, triomfant, tornarà a ser rica i plena, endarrere aquesta gent tan ufana i tan superba. Bon cop de falç, defensors de la terra, bon cop de falç". Y ahí se quedó. El himno de Cataluña se paró en seco. El Camp Nou, puesto en pie, justo antes del partido Barça-Mallorca, pasó de mantener un silencio sepulcral a lanzar una tremenda y estruendosa bronca más propia de un error arbitral. Faltaban dos estrofas aún y Joan Laporta, presidente del Barça, en el palco, giró estupefacto la cabeza hacia atrás pidiendo con la mirada explicaciones a los responsables del protocolo. Tenía a su lado al presidente de la Generalitat, Pasqual Maragall, y al del Parlament, Ernest Benach, además de otros ilustres invitados como el presidente de Baleares, Jaume Matas. Pasaron un par de minutos, que se antojaron eternos para la junta, hasta que el himno, esta vez sí y sin ninguna interrupción, se escuchó entero para ser después ovacionado por la media entrada que se registró ayer en el estadio.
El Camp Nou está habituado a que se maltrate a la música, siempre a un volumen insufrible. Cuando se guarda un minuto de silencio por la muerte de alguien, por ejemplo, los acordes de violonchelo que interpreta el Cant dels ocells se quedan siempre a medias. Nadie protesta: la directiva dice que lo hace para evitar abucheos irrespetuosos, pero lo del himnus interruptus de ayer no estaba previsto en el guión. Fue tan corto que resultó cómico. El Barça aceptó con agrado la petición del Palau de la Generalitat de implicarse en la defensa del Estatut pero, ante el revuelo formado en diversos sectores, quiso ser prudente en la forma y en el fondo; pero no tanto como para cortar el himno de cuajo.
Al final, el acto en defensa de la nueva ley estatutaria fue de lo más discreto. El club optó por colocar una pancarta de pequeñas proporciones con el lema Volem un nou Estatut, que fue extendida por seis empleados, justo delante del banquillo azulgrana. La idea inicial era que un grupo de niños la colocara sobre el círculo central como cuando reposa sobre el césped la de la Champions. Pero sobre él apareció ayer la pancarta publicitaria de siempre: la del Gran Repte para atraer a nuevos socios. La junta temía cruzar la frontera que dice que no debe meterse en política y al final se quedó corta: escuchó quejas iniciales por el tratamiento dado a Els segadors y porque uno de los dos ascensores del estadio quedó reservado para los vips. Al final no se desplegó el previsto mosaico popular desde las gradas.
La pasada semana Laporta no ocultó su conocido ideario nacionalista al mostrarse a favor del concierto económico y de los derechos históricos. Pero ayer no entró en el juego y el Barça se quedó con el lema institucional más aséptico. El Espanyol será el domingo aún más prudente: ha preferido no hacer nada hasta que todos los partidos alcancen un consenso.
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