La libertad de los místicos
En plena época de secularización, de ausencia de Dios, de crisis de las instituciones religiosas y de predominio de la cultura científico-técnica, se está produciendo un despertar de la experiencia mística y un auge en los estudios sobre el fenómeno místico. Quizá la explicación haya que buscarla en la pertinente observación de George Steiner: lo que aparece y actúa en el pensamiento y el arte de los últimos tiempos no es un olvido sin más, sino, más bien, un teísmo negativo, un sentimiento particularmente intenso de la ausencia de Dios o de su retroceso. La mística es una dimensión constitutiva del fenómeno religioso, que se encuentra en estrecha relación con el fenómeno humano y se caracteriza por su complejidad y por una pluralidad de manifestaciones, tanto religiosas como profanas.
LA EXPERIENCIA MÍSTICA
Centro Internacional
de Estudios Místicos
Edición de Juan Martín Velasco
Trotta. Madrid, 2005
368 páginas. 20 euros
Un ejemplo emblemático del interés por las investigaciones sobre la mística es el CIEM (Centro Internacional de Estudios Místicos), no confesional, del Ayuntamiento de Ávila -tierra de Teresa de Jesús y de Juan de la Cruz, dos de las cumbres de la mística de todos los tiempos-, que viene desarrollando desde hace varios años cursos, seminarios y congresos sobre algunas de las principales manifestaciones místicas: hindú, budista, tibetana, sufí, cristiana...
Las actas de uno de estos seminarios se publican en esta obra, que es una aproximación al fenómeno místico desde distintos métodos, tradiciones religiosas, disciplinas y perspectivas. Martín Velasco, director del seminario y editor de las actas, ofrece una descripción global del fenómeno a lo largo de la historia y en la actualidad.
Muy lograda resulta la aproxi-
mación interdisciplinar que el libro hace al fenómeno místico, llevada a cabo por cualificados especialistas: psicología y psiquiatría (Carlos Domínguez), ciencias del cerebro (Francisco Mora), filosofía (Miguel García-Baró), la filología a través del estudio del léxico de los místicos y su recurso preferente al símbolo, que es el lenguaje más propio de la mística (María Jesús Mancho), la relación entre experiencia estética y experiencia mística en la modernidad (Amador Vega), las imágenes de Dios en dos místicas medievales hoy muy estudiadas, Hildegarda de Bingen y Hadewijch de Amberes (Felisa Elizondo), teología cristiana (Pedro Rodríguez).
Junto a esta aproximación
interdisciplinar, cabe destacar el estudio de la mística en tres manifestaciones religiosas y culturales de especial significación en la historia de la humanidad: la mesopotámica, a través de un análisis de su antropología religiosa y de dos testimonios contemplativos, el de un grupo de mujeres consagradas y el del piadoso rey Nabonid (Jesús García Recio); la judía, a través del análisis de los primeros eslabones de la tradición mística de la Biblia, de los textos de Qumrán y de algunos escritos del judeo-helenismo (Julio Trebolle), y la cristiana, según los escritos del Nuevo Testamento, leídos en perspectiva ecuménica (Santiago del Cura).
Esta obra implica un cambio
en la idea de la mística y en la imagen de los místicos. El fenómeno místico aquí estudiado nada tiene que ver con esa espiritualidad rápida que se enseña en los cursos de control mental y que ha entrado en el mundo de la mercancía, en el negocio de lo sagrado, ni con los grupos de autoayuda que proporcionan una gratificación instantánea a la larga engañosa. Es una experiencia radical y profunda, gratuita y misteriosa, que está en los antípodas de la venalidad y nada tiene de evasiva, alienante y pasiva; más bien, moviliza energías utópicas, potencia actitudes éticas solidarias y es fuente de transformación interior y exterior. Los místicos son personas libres, inconformistas, críticas del sistema religioso y, en consecuencia, incómodas para el sistema. No se quedan en la superficie del ser humano y de la religión.
Lo que se deduce de la lectura de este libro es que la mística constituye el lugar privilegiado para el diálogo y el encuentro entre las religiones, como ya observara Thomas Merton y confirma el actual diálogo interreligioso: la comunicación en profundidad, atravesando las líneas divisorias de las tradiciones religiosas y monásticas es posible, deseable y fundamental para el destino de la humanidad. El retorno de la mística y el auge de los estudios sobre el fenómeno místico tienen una doble garantía: por una parte, remiten al núcleo de la religión, a su dimensión más inmanipulable y auténtica; por otra, facilitan el trabajo de las religiones por la paz, pues no consta que los místicos hayan desencadenado guerra de religión alguna.
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