Felicidades, guiñol
El guiñol cumple diez años en Canal+; yo soy asiduo de esa sincera y humana crónica de la vida nacional, quizá la más realista de todas, pero advierto que en estos capítulos del regreso me río menos. Veo tres razones: primera, yo me río menos en general; segunda, ha entrado en mi costumbre y ha perdido la capacidad de la sorpresa. Para mí y para todos. Recuerdo cuando salió el guiñol en una de las ufanas portadas del Abc (para niños y analfabetos: para la derecha) de Ansón en forma de denuncia, cuando todavía esas denuncias podrían traer consecuencias. Pero no pasó nada, y ése fue uno de sus éxitos. Y tercera, la realidad compite con la ficción, y los personajes políticos que salen en las informaciones de realidad son mucho más cómicos. Han devenido en más risibles. La ventaja que tiene el guiñol es que a veces hace más comprensible el lenguaje del imitado a bulto; es más él que el que sale en el informativo. Es considerable en ese y otros gremios la angustia que les entra cuando salen poco en televisión. No forma parte de su idiosincrasia advertir que para algunos salir es perder. Aunque sus jefes de imagen, sus consejeros de propaganda, los autores de sus discursos y el personal de la tele que sea les adviertan bien, no pueden evitar un cierto ademán, un tópico oral o visual, que destruya todo. La misma forma del discurso no está suficientemente ensayada, y se pueden perder. Estoy hablando de algunos políticos, no de todos (aunque ya la expresión "clase política" les ridiculiza un poco); incluyo, claro, a los de izquierda o que se dicen de izquierda, aunque las características históricas, literarias, culturales y de educación general se den más en los políticos de izquierda; como es natural, digo; y repito la frase de Sartre, inmortal: "L'esprit est à gauche". "Esprit" en francés quiere decir muchas más cosas que el simple "espíritu", que el vago ingenio: puede llegar a genio, a fe. A razón, a examen humanista. En fin, para qué atormentarnos más si es algo tan ostensible: la inteligencia es de izquierdas.
En fin, nuestro guiñol ha empezado su décimo aniversario, lo cual en un país donde olvidar es un factor mental (nadie quiere recordar porque dicen que envejece: excepto los verdaderamente viejos, que ocultan lo que olvidan), en un gremio donde los jefes de programación no quieren programar otras cosas que las que sean de su propiedad, y otras caras que no trajeron ellos, es un éxito grande.
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