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Reportaje:

El Cascamorras se va de vacío

Cientos de vecinos de Baza embadurnan de grasa al personaje para impedir que se lleve la Virgen de la Piedad a Guadix

Un hombre de 23 años natural de Guadix (Granada) se plantó ayer a las 18.00 en el paraje de las Arrodeas, en la parte alta de la ciudad de Baza, con la intención de llevarse la talla visigótica de la patrona de la ciudad. Con una bandera en la mano, armado con una porra y acompañado de un hombre al tambor, Antonio Vera, alias Cascamorras, enfiló corriendo el camino del convento de la Merced, donde se encuentra la imagen de la Virgen de la Piedad, también patrona de su pueblo. Pero los bastetanos, como cada seis de septiembre desde hace 513 años, se lo impidieron.

Un vecino lanzó tres cohetes para avisar a la ciudadanía de la llegada del forastero. Esa señal bastó para que una masa formada por cientos de personas embadurnadas en pintura negra y aceite de motor, corrieran a la vera del intruso para disuadirle de sus intenciones. El objetivo de los bastetanos era pringarlo de grasa y de paso a cualquier persona vestida adecuadamente. De esa guisa, los franciscanos, guardianes de la imagen, no le permitirían llevársela.

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¿A quién pertenece la imagen?

A la altura de los caños dorados, en pleno centro de la ciudad, Cascamorras, agotado, desistió de su misión. Cansado de la carrera y de la resistencia de los vecinos, enarboló su bandera con la efigie de la Virgen y la tremoló en señal de rendición. La gente lo aclamó gritando "¡accitano

[gentilicio de Guadix] el que no vote!" y lanzando vítores de "¡no se la lleva!", antes de bañarlo en la pileta de la fuente. Luego se repitió la orgía de la grasa salpicada por mujeres que le limpiaban la cara y vecinos que se acercaban a abrazarlo.

Negro como el carbón, Cascamorras acabó por confundirse entre el gentío, que lo llevó casi en volandas hasta el convento tras obligarlo repetidamente a agitar de nuevo su pendón. Los frailes le dieron cobijo, y le permitieron bañarse, pero debido a su aspecto y como manda la tradición, no le permitieron acercarse a la imagen. Allí se despojó de su ropa para enfundarse un vestido de bufón con el que volvió de nuevo a la calle. Hoy recorrerá de nuevo la ciudad pidiendo dinero con su traje nuevo y su bandera.

Juan López Lechuga, un accitano camuflado que dijo ser presidente de la hermandad de la Virgen de la Piedad de Guadix, confesó protegido en el convento que eligieron a Vera entre otros cinco candidatos para llevarse la talla. Lo seleccionaron por su juventud, su devoción a la Virgen y su complexión fuerte, creyendo que podría enfrentarse a la resistencia de los bastetanos. Cascamorras tenía, además, experiencia, pues, según López Lechuga, ya lo había intentado sin éxito hace unos años.

El viernes volverá a su pueblo con la pena de no haberlo conseguido. Sus convecinos, en señal de descontento, lo embadurnarán de nuevo de pintura por las calles del municipio, pero esta vez de colores vivos. Los vecinos dicen que tanto ensañamiento no significa odio, sino pura admiración. Sin la figura del Cascamorras, las fiestas de los dos municipios más importantes del norte de Granada, no tendrían sentido.

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