_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Sombras

Tras las luces del día llegan las sombras de la noche, un día le sucede a otro y un verano espera al siguiente, como la habitual y periódica sequía espera las lluvias que humedezcan nuestros campos. Una monotonía relativa alterada por sucesos distantes geográficamente, pero inmediatos porque se introducen en nuestro ánimo a través del resquicio informativo de la prensa escrita o de las imágenes del televisor que acampa en nuestros hogares. Hace como 12 meses volvíamos a la normalidad de septiembre acompañados del espanto que supuso la imagen de criaturas acribilladas por una violencia sin límite ni racionalidad, relacionada con el conflicto de Chechenia. Ahora volvemos al trabajo con la foto fija de esas víctimas del huracán caribeño; víctimas de piel oscura, pobres y humildes en el país más rico de la tierra, en la metrópoli del imperio como escribía Vázquez Montalbán. Y es curioso y habitual a un tiempo que siempre que se producen catástrofes y las aguas alocadas invaden núcleos poblados, las víctimas siempre hay que buscarlas en los barrios bajos, no en los altos y residenciales, que suelen estar o ponerse a salvo de la desolación. Una realidad palpable que el tiempo y el desarrollo económico y social no corrigen ni siquiera en los poderosos Estados Unidos.

Andan con todo enfrentándose como pueden al cieno, lodos, muertos, hambre y hasta serpientes venenosas por donde Alabama, Misisipí y Luisiana, mientras por estos pagos valencianos, más próximos geográficamente y modestos, regresamos al septiembre de lo cotidiano y habitual dando palos a sombras huidizas de nuestra realidad que parecen eternas. Ahí tienen ustedes como fantasmagórica muestra el mal llamado problema de la lengua. El lío de nunca acabar alimentado a estas alturas por Dios sabe qué o quién. Estos días puso la nota un alcalde conservador del partido gobernante en Castellón, Valencia, Alicante y Utiel. Al munícipe principal de esta última población y a sus correligionarios en el partido no les gusta que en el texto del borrador de la reforma pactada del Estatuto de Autonomía valenciano, que en su día ha de estudiar, modificar, enmendar, corregir y aprobar el Parlamento de Madrid, aparezca que el valenciano es lengua propia de estas tierras, oficial con el castellano que también nos es propio porque estas tierras además de valencianas son hispanas. Pues bien, en el consistorio de Utiel eso suena a improperio digno de ser anatematizado, y se inician las mociones y declaraciones con la pobre, e históricamente maltratada lengua como protagonista. Un alcalde convertido en sol y dando palos de ciego a la niebla esperando que se disipe. Irrisorio, pues hasta un conseller de su mismo partido le ha tenido que indicar dónde están los límites del sentido común y de la historia.

Pero no es el de la lengua el único tiberio que nos acompaña y nos acompañó antes y después de las vacaciones. Ahí lo tienes ustedes, si bien lo miran, el gravísimo y dramático contencioso del intendente de la policía municipal de Vila-real con su alcalde Manuel Vilanova, un edil con buena prensa en La Plana y fama de moderado y sensato dentro de las filas conservadoras del PP. La niebla o la huidiza sombra que enfrenta al uno con el otro no es otra que el eterno problema de las relaciones Iglesia-Estado a propósito de la presencia obligada o no de un funcionario en las procesiones de los santos patronos. No sabemos si tendrá al final que intervenir el Ministerio de Asuntos Exteriores y la Santa Sede para solucionar tema tan grave en este habitual septiembre.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_