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Reportaje:

Un talento único y poderoso

Pilar López emociona en el homenaje a Antonio Gades en el teatro de la Zarzuela

Bajo el lema 50 años de danza española, la Fundación Antonio Gades y la Sociedad General de Autores y Editores de España (SGAE) han hecho anteayer realidad el proyecto de un homenaje a Antonio Gades, velada que comenzó a planificarse antes de la muerte del bailarín. Aída Gómez, Sara Baras, Manolete y Paco Ibáñez fueron los artistas invitados. Al mismo tiempo, se lanzaba un lujoso libro testimonial con textos del propio Gades y fotografías de Colita, Lamarca y Cores, entre otros.

La noche se abrió con una Pilar López llena de entereza que recordó a su discípulo entre los aplausos del público. Los fragmentos de Carmen, Bodas de sangre y Fuenteovejuna dejaron claro una vez más las realidades de un talento único, innovador y poderoso.

Ha sido una de esas ocasiones excepcionales en que se han reunido gran parte de las fuerzas vivas de la danza, casi toda la profesión: varias generaciones con las que se puede escribir sin sonrojo la historia del ballet español de nuestro tiempo: José Antonio (director del Ballet Nacional de España), Víctor Ullate, Merche Esmeralda, Victoria Eugenia, José de Udaeta, el compositor Antón García Abril, Boris Trailine -que fue representante internacional de Gades y su compañía durante 25 años-, artistas clásicos y flamencos, ortodoxos y renovadores alrededor de la memoria venerada de la más indiscutida de las figuras del ballet flamenco del siglo XX, pues Antonio Gades es, probablemente, en la proyección de su estilo, el que menos recelos levanta; el peso específico de su herencia lo atestigua (sus coreografías, desde el injustamente olvidado Don Juan que se estrenara en los años sesenta en ese mismo escenario de la Zarzuela, a Fuenteovejuna, que hizo de estrambote o colofón, también compendio, de ese estilo personal, pero capaz de hacerse universal en sus calidades).

La gala comenzó con la proyección de un vídeo a base de fragmentos de danza y fotos fijas, entrevistas y la voz en off del bailarín de Elda; como siempre, se volvió a sentir su verbo, seco y directo, con las palabras justas y las ideas por delante, algo que, si lo pensamos un poco, también está en su baile. Luego la compañía (el Ballet Antonio Gades que ahora se vincula a la fundación homónima) hizo fragmentos de Carmen trufándolos con las actuaciones de los invitados: un despropósito tanto estético como conceptual que provocó desconcierto y empañó el resultado.

Manolete hizo sus características Alegrías; Aída Gómez bordó un intenso solo de creación propia que demuestra su excelente estado de forma y los matices de su danza preciosista, virtuosa; Sara Baras, en hombre, hizo una farruca que se vio perjudicada en el taconeo, su fuerte, por la excesiva amplificación del suelo, y Paco Ibáñez cantó dos canciones llenas de nostalgia. Tendría que haber actuado El Lebrijano, pero una caída fortuita le impidió estar en el homenaje. La compañía hoy no es lo que era, no es brillante, pero sí correcta, se ve en lo que hacen que les guía la devoción y la memoria. Adrián Galia se bate con gallardía en la papeleta más difícil de la noche: hacer en esos fragmentos las partes que hacía el propio Gades. Aunque algo estereotipado, el argentino cumple.

Los dos momentos más emocionantes los proporcionó Pilar López. A sus 94 años, con voz firme, hizo un breve retrato del Gades humano y del Gades artista; al final, mirando a las bambalinas como quien mira al raso y con una sutil mímica de quien lanza un beso, dijo: "Hasta pronto, Antonio". Después se arrancó. No pudo evitarlo, y se aforó dignamente a compás, como lo hace una artista que nunca dejará de serlo.

Pero, además de innecesariamente largo, el guión del acto se concentró en lo doméstico y dejó fuera facetas básicas e importantes del perfil artístico de Gades. Por ejemplo, su aventura italiana, o su relación excepcional y compleja con Cuba y el ballet cubano: llegó a bailar tres veces con Alicia Alonso, primero con el pas de deux de Méndez Ad libitum y luego haciendo el Hilarión de Giselle en La Habana y en el Metropolitan de Nueva York. Al final, con todos los artistas en escena, una foto de Antonio Gades despedía tan sentida velada.

Miembros de la Compañía Antonio Gades, durante un ensayo de la gala <i>50 años de danza española.</i>
Miembros de la Compañía Antonio Gades, durante un ensayo de la gala 50 años de danza española.CLAUDIO ÁLVAREZ
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