_
_
_
_
DIETARIO VOLUBLE
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Verano de porras eléctricas

Enrique Vila-Matas

1

Amanece en mi cuarto de las ventanas altas de la Travesía del Mal cuando, al inaugurar este cuaderno de notas o diario que escribiré desde Barcelona y otras ciudades nerviosas, me pregunto cuál es mi nombre, quién escribe, y se me ocurre que mi cuarto es como una cavidad craneal de la que surjo como un ciudadano inventado. De pronto viene en mi auxilio Erik Satie: "Me llamo Erik Satie como todo el mundo". Recuerdo que un amigo me dijo que si esta frase me gustaba tanto era porque resumía mi noción de personalidad. Ser Satie sería entonces tener la conciencia de ser único, es decir, encontrar un modo propio de disolverse hacia el siempre memorable anonimato, donde lo único es atributo de todos.

2

Verano de faxes chapuceros que llegaban menguados y riéndose de la muerte. Verano de porras eléctricas. En la guapa Barcelona, peste turística con vómitos variados. Mucho artículo y reportaje refrescante en el circo mediático, como si quisieran decirnos que el verano, al igual que todo el año, es esencialmente inculto. Y, como siempre, la voz de ciertos vecinos que todos los años ponderan las maravillas de Barcelona cuando se queda vacía. ¿De verdad lo estaba? ¿Acaso no había, no hay mucha basura al sur de Barcelona?

Escucho un blues mientras recuerdo que ayer paseé por las calles de Badia del Vallès, antes Ciutat Badia, el lugar sobre el que el artista sevillano Pedro G. Romero prepara para finales de año una exposición-reflexión en la Fundació Tàpies en torno a arrabales obreros, lo que él llama ciudades vacías, lugares que no son casi nunca noticia y donde parece que no suceda nada. Piensa Romero precisamente centrarse en Badia, la ciudad de la que es oriundo Busquets, aquel guardameta del Barça que se quemó en su casa las manos al detener, en gran estirada familiar, el psicodélico vuelo de su máquina de planchar.

He hablado hace un rato con Romero y me ha pasado más datos. La forma de Badia, por ejemplo, coincide con la de la Península Ibérica y su callejero se ajusta al toponímico hispano-portugués, con calles como Algarve, Oporto o Vía de la Plata hasta avenida del Mediterráneo, Mallorca o Ibiza. Es muy fácil orientarse en esta ciudad. Si uno, por ejemplo, está en Menorca, ya sabe que al sur tiene Ibiza, y después ya se verá. Es, por otra parte, la ciudad más joven de Cataluña y de España. Alcanzó la independencia en 1994, y lo celebran el 14 de abril. Todas las viviendas son sociales.

3

A Woody Allen, por ejemplo, le divertiría El viaje de las palabras, la alegre novela conmovedora que en junio pasado publicó Clara Usón, joven escritora barcelonesa que posee un evidente talento literario y a la que no creo que le hayan hecho un favor sacándole el libro en tan suicidas fechas. Clara Usón ha escrito un libro triste para personas con humor. En él cuenta cómo Lucía Almandoz, una barcelonesa de ahora, entra en un túnel del tiempo y aparece en la finca rusa que tenía en 1892, en Melijovo, el escritor Chéjov. Allí ella, sin saberlo, se comporta como un personaje chejoviano, es decir, como una buena persona, incapaz de hacer el bien. Sería divertido que Woody Allen leyera El viaje de las palabras y desconcertara al sector más latoso de sus seguidores rodando en Barcelona, entre nuestra flamante basura, una comedia triste y rusa.

4Cuando pienso en el director general de Tráfico, Pere Navarro, que, estadísticas en mano, vaticinó 50 muertos para el puente del 15 de agosto, me acuerdo del físico norteamericano Brian Brady, que, con unos meses de antelación, predijo un terremoto de magnitud 8,5 en Lima para el 28 de julio de 1981. Muchos sismólogos peruanos criticaron a Brady, acusándole de especular con la estadística, pues Perú es un país muy sísmico. El hecho es que pasó el tiempo y la prematura predicción se olvidó hasta que, la noche anterior a la fecha misma del seísmo, un tío político del escritor Bryce Echenique (un tío que era entonces ministro del Interior de Perú y estaba cenando aquel día a solas con Belaúnde Terry en el palacio presidencial) recibió una llamada de la Casa Blanca en la que le dijeron que Brady acababa de ratificarse en su ya casi olvidada predicción y que, por tanto, aquella misma noche habría un serio terremoto en Lima.

¿Qué hacer? En Nueva Orleans estos días hemos visto que hubo tiempo para la evacuación masiva. Pero aquel día en Lima no parecía prudente avisar de pronto a la población del temblor que les esperaba aquella noche y pronosticar los muertos antes de que los hubiera, pues con eso sólo lograrían una buena cantidad de muertos seguros, los que originaría el pánico general en la huida. ¿Qué hacer con tan escaso margen de tiempo? El tío de Bryce y el presidente Belaúnde decidieron que era más prudente no hacer nada y pasaron la noche entera bebiendo y hablando angustiados en el despacho limeño. Fueron las horas más lentas de sus vidas, y todo para que al amanecer se viera que nada había ocurrido y que habían hecho bien al ser tan prudentes y mantenerse tan callados. No murió nadie, gracias a su silencio.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_