Una desmayada revisión
Allá por los agitados y por tantas cosas fascinantes años sesenta una serie de televisión, Embrujada, conquistó amplias audiencias por el expeditivo recurso de enfrentar a una mujer con poderes extraordinarios (nada menos que una bruja que no quiere serlo, o más bien, que ansía la "normalidad" de los humanos para su ajetreada existencia) con un mundo material al cual, en la inefable tradición de las mejores superwomen, doblegaba con elegancia, casi sin querer. Que esa capacidad de acción gustase tanto a las mujeres en aquellos primeros, balbuceantes años del Women's Lib y de la forja de una nueva conciencia feminista es cualquier cosa menos casualidad.
Otro asunto diferente es si tiene algo que contar hoy a un público también prioritariamente femenino -que es para el cual está pensada la película, sin duda alguna- que ya ha alcanzado metas sociales, políticas y económicas que sólo parecían entonces al alcance de una mujer/no mujer: eso es harina de otro costal. Tal vez por ello, en el comienzo de esta cansina, moderadamente aburrida historieta su guionista y principal artífice, la directora Nora Ephron, se permite un jueguecito metalingüístico hecho a base de chistes sobre la pervivencia en la memoria del público del espíritu de la serie y sobre la siempre agradecida contraposición entre peripecias narradas y reflexión sobre las mismas, un recurso que pronto se agota para dar paso a lo que verdaderamente parece interesar: el deseo de la protagonista por hacerse humana, romance incluido, y su escasa pericia para ingresar el mundo de las, digamos, personas normales.
EMBRUJADA
Dirección: Nora Ephron. Intérpretes: Nicole Kidman, Will Ferrell, Shirley MacLaine, Michael Caine, Jason Schwartzman. Género: comedia fantástica, EE UU, 2005. Duración: 102 minutos.
Ahí es cuando la Isobel (Kidman, como siempre bien, pero eso, en esta mujer prodigiosa, no es ya noticia) cinematográfica se distancia de la Elizabeth Montgomery que encarnaba a la simpática bruja en la serie televisiva: aquí, Isobel parece siempre un poco demasiado patosa, demasiado desconocedora de las claves de la realidad como para ingresar en ella sin esfuerzos. No es, por tanto, una heroína que limpiamente sojuzga al mundo en el que ha elegido vivir, sino alguien que se pelea a brazo partido con la normalidad.
Deseos
No está mal como elección, pero lo cierto es que el invento flaquea por otras razones, y todas de peso. En primer lugar, porque incluso situándonos con toda la buena voluntad del mundo en el terreno fantástico que se nos propone, resulta increíble la poca capacidad de la bella para realizar sus deseos. Luego, porque la exageración y el trazo grueso en el tratamiento de la comicidad se adueñan de la función allá por el segundo tercio de la acción.
Y luego, en fin, porque la película adolece de uno de esos errores que de tanto en tanto asaltan a algunas películas, como es lo que en la jerga de la profesión se llama un miscasting, la mala elección del actor que ha de dar la réplica a la protagonista: un Will Ferrell demasiado metido en la piel de un payaso, demasiado gesticulante y con ningún rasgo de interés para el espectador no es, desde luego, lo más apropiado para enfrentarlo con un monstruo de la interpretación como Kidman.
De manera que la película se queda sólo en un cansino remedo, en una pálida caricatura de una serie mítica, sí, pero en su tiempo; una serie que hoy probablemente no le diría nada a las hijas de quienes la gozaron en su momento; y, en el fondo, sólo será recordada por la proverbial capacidad de la Kidman para meterse en la piel de la bruja más adorable que haya parido la televisión, y ahora también el cine.
Babelia
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