De lo imprevisto y lo previsible

Lo imprevisto es la norma de trabajo del Ministerio del Interior, aunque una de sus funciones es afrontar lo previsible. Previsible es, por ejemplo, que en los próximos meses se aborde la situación de Carlos Gómez Arruche, director general de la Guardia Civil, cuestionado por sus palabras en el caso Roquetas (incluso por el PSOE) pero cuya gestión ha sido apoyada públicamente por el Gobierno. Una vez incorporado éste de las vacaciones, habrá de reunirse con sus dos jefes directos, el ministro José Antonio Alonso y el secretario de Estado de Seguridad, Antonio Camacho, con los que tratará sobre su continuidad en el cargo y en qué condiciones, si es que todo se queda como está.

La cuestión es si la evolución judicial del caso Roquetas exonera de responsabilidades a los agentes implicados en la muerte en el cuartel de esa localidad almeriense de Juan Martínez Galdeano o les imputa delitos. En el primer caso, las declaraciones de Arruche sobre la limpieza del expediente del teniente José Manuel Rivas, jefe del puesto, cambiarían de sentido e, incluso, le granjearían el apoyo de sectores de la Guardia Civil.

Lo que también es imprevisto es qué hará ETA, cuya tradicional campaña de verano, hasta ahora, ha sido prácticamente inexistente. En este año la banda ha mantenido la menor actividad criminal de su historia (sin contar con los periodos de tregua) y no ha matado desde el 30 de mayo de 2003, día en que asesinó a dos agentes de la policía en Sangüesa (Navarra). "Tiene capacidad, pero no lo hace, quizás porque sigue bajo el síndrome de los atentados del 11-M", afirman altos mandos antiterroristas.

Precisamente el 11-M está en ese tramo entre imprevisto y previsible. La primera parte se refiere a posibles revelaciones del sumario y a las detenciones que puedan producirse, sin que se pueda descartar un atentado. Lo previsible es que, en fechas próximas, el secreto del sumario sea levantado totalmente y que se conozca un auto de procesamiento.