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Columna
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Solitario y confundido

Resulta que el silencioso pianista inglés, ni es inglés, ni pianista, ni amnésico, ni silencioso, ni nada. Según las últimas noticias aparecidas en la prensa británica, se trata de un alemán en paro que trataba de suicidarse cuando fue encontrado. No he comprendido bien, por qué pensaron que era pianista, si ahora dicen que no sabe tocar una nota. Al parecer esto es lo que más ha indignado a los especialistas que le atendieron, tanto es así, que puede que le obliguen a pagar los gastos que ha ocasionado a la administración. Así es la vida, te conviertes en el protagonista de un hermoso e inquietante misterio y cuando eres tan tonto de desvelarlo, te pasan la factura y a casa. Tenía razón David Lynch al afirmar, que no hay nada más aburrido que la resolución de un misterio. Supongo que esta pequeña historia, desmantelada ahora, capturó la atención del mundo entero porque, quien más quien menos, todos hemos soñado alguna vez con ser un pianista sin nombre. Lo del piano no es esencial, claro está, pero le añadía un toque de encanto al asunto. La vida se va cerrando con nosotros dentro, da igual si son los demás, o uno mismo, quienes van poniendo, uno tras otro, los barrotes. El resultado no varía en lo esencial. De todo lo que soñamos ser, después de muchos descartes, sólo queda lo que somos. Casi no importa, si ese resultado final de todas nuestras operaciones, es una cifra muy grande o muy pequeña, el hecho es que cuesta admitir que, después de tanto esfuerzo, no seamos más que esto. Sea lo que sea. No es de extrañar que haya quien no lo soporte y decida abandonar el DNI en el banco de un parque para convertirse en un fantasma.

Cuando camino por Madrid, sobre todo por las calles del centro, que es donde la gente se junta, sin saber bien para qué, tengo la extraña sensación de que nadie es quien dice ser. Todas las ciudades tienen una zona geográfica, el centro, que se convierte en el triángulo de las bermudas de la personalidad. Es aquí, donde junto a los compradores y a los turistas, se amontona esa otra gente que ni va ni viene, que anda en círculos, incómoda, misteriosa, alrededor del agujero. Tengo la sensación de que si parase a uno de ellos para preguntarle su nombre, seguramente me daría un nombre falso, o guardaría silencio, como el pianista, para desaparecer en un misterio. Las ciudades están llenas de esta gente y, el centro va ejerciendo su atracción, como el agua de una bañera que da vueltas y vueltas hacia el sumidero, hasta reunirlos a todos en unas cuantas calles. Por eso a la Puerta del Sol le llaman kilómetro cero, porque para llegar hasta allí, tiene uno que ir restándose, quitándose cosas de encima, hasta no ser nada.

Al pobre pianista alemán, le han devuelto al lugar de donde vino, le han puesto su nombre y posiblemente le pongan también una multa, porque cuando uno vuelve a estar correctamente identificado, lo primero que tiene que hacer es pagar. No hay lugar en una sociedad organizada, para quienes pretenden vagar con las manos en los bolsillos, sobre todo si los bolsillos están vacíos. No se puede ir por el mundo sin cartera. Por eso se identifica a los muertos con tanta cautela, no puede quedar nadie suelto. Recuerdo que en el colegio, lo primero que se hacía todas las mañanas era pasar lista. Nos van contando, uno a uno, desde el nacimiento hasta la tumba. No hay manera de escapar de nuestros nombres. Por eso a este pobre hombre, le han vuelto a colocar el suyo. En el fondo, poco importa que nos nombren y nos cuenten, porque si no hay nadie alrededor, lo acabaremos haciendo nosotros y en cualquier caso, el nombre no se planta en un solar vacío, sino en un Yo del que no hay manera humana de librarse.

Por muchas vueltas que demos, no hay posibilidad de fuga. No hacemos otra cosa que chapotear en el agua, avanzando en remolinos.

Si la prensa echa de menos a su melancólico pianista de pega, siempre se puede ir al centro de esta ciudad, o de cualquiera, a buscar a otro individuo, solitario y confundido. Los hay a montones y alguno, a la fuerza, debe tocar el piano como los ángeles.

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