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VISTO / OÍDO
Columna
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El regreso

Mañana se inaugura el curso político con el primer Consejo de Ministros de la temporada. Será grato que sea de algo más que de trámite y de saludos de seres tostados en diversos puntos. No ha sido para ellos muy tranquilo por las desgracias más o menos naturales, exaltadas por el coro de vikingos cornudos, tratadas con la corrección política que exige la patria. Si se tiene en cuenta que las vacaciones para estas personas deben estar prohibidas, las videoconferencias y los artilugios correspondientes hacen con ellos unos aparecidos en cualquier momento y en cualquier lugar. Tampoco estoy seguro de que esas apariciones en lugares de tragedia sean necesarias. Era un trabajo de reyes y familiares, y probablemente las multitudes afectadas las acogen con más entusiasmo que las de simples mortales. Un rey o prerrey y la dama correspondiente son una visita de la historia por la magia hereditaria, y ayuda más. En cambio hay ministros o pretendientes por la rama de la oposición que deben producir más inquietud, sólo con verlos.

¿Qué van a traer consigo estos ministros que arrancan mañana? Supongo que Zapatero continuará con sus reformas sociales, algunas espectaculares: él sabe que estos gobiernos repentinos están en la metáfora de la bicicleta que, si se para, se cae. El gran tema de la reforma del Estado, fijado en el tablón español por los dos clavos ardiendo de Cataluña y de Vasconia, necesita, sobre todo, un poco de agua fría que vuelva a llevar el paso a los impacientes conquistadores, que quieren separarse del núcleo de España pero que todos los demás españoles hablen obligatoriamente sus idiomas. Son personas que llevan sus utopías un poco más allá de donde es materialmente posible ahora. Pero es un trabajo difícil y paciente de conversar. Peligroso: la mayoría del país no independentista o que aceptaría unos cambios normales se molesta y se siente agredida por los excesos.

En materia de costumbres, el choque está, como siempre, con la Iglesia militante: la española ya estuvo dirigida por Ratzinger y aconsejada, y su ideario actual está en el continuismo. No tiene por qué acallar las voces altas y destempladas de sus radios, sus conciliábulos, sus periodistas. Yo llego a la conclusión provisional de que este estilo que parece falangista es, en realidad, el del Opus. Algunos de sus prohombres lo intentan modificar.

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