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El Chino montó las bombas en Chinchón

Un informe de mayo sobre el 11-M relaciona el locutorio de Lavapiés, la trama asturiana, la casa de Chinchón y el piso de Leganés, con Ahmidan y Zougam como actores comunes

Jorge A. Rodríguez

La policía ha cerrado uno de los círculos del 11-M. Parte de Lavapiés y, tras pasar por la estación de El Pozo, Chinchón y Leganés, regresa al barrio multiétnico de Lavapiés. Tirando del hilo de la tarjeta telefónica recuperada de la única bomba desactivada, los investigadores han interrelacionado, sin género de dudas, el locutorio de Lavapiés de Jamal Zougam con el robo de los explosivos en Avilés, con la casucha de Chinchón (Madrid) en la que se montaron las bombas y con la casa de Leganés en la que se suicidaron siete terroristas. Además, en el último informe entregado al juez Juan del Olmo, la policía revela que Jamal Ahmidan, El Chino, montó, al menos, una de las bombas, porque su huella dactilar estaba en un soporte de tarjeta localizado en Chinchón. Y descubre que Serhane Ben Abdelmajid, El Tunecino, usó una de las tarjetas que vendió Zougam para telefonear a su familia antes de suicidarse en Leganés.

Tres terroristas usaron antes de suicidarse en Leganés una tarjeta vendida por Zougam
Una huella de El Chino estaba en el soporte de una tarjeta utilizada en los artefactos

La Unidad Central de Inteligencia de la policía entregó el pasado 19 de mayo al juez Juan del Olmo el llamado "informe judicial actualizado", de 54 folios, sobre el papel jugado en la trama por Jamal Zougam. En el texto, la policía, "en estrecha colaboración con personal de distintas empresas de telefonía móvil, principalmente Amena", desentraña el viaje de 230 tarjetas telefónicas de Amena compradas en dos tandas por aquél. De la mayoría de ellas no se sabe nada. Pero de 15, casi todo. Y casi todo gira sobre lo mismo: el grupo de terroristas que montó las bombas en Chinchón y se suicidó en Leganés.

La pesquisa arranca del número de teléfono 652 282 963. Es el que estaba en la bomba que no explotó en El Pozo y fue desactivada. Ésta tarjeta "había sido comprada, junto a otras 29, en fecha 25 de febrero de 2004, en el establecimiento Sindhu Enterprise (...) por el locutorio tienda Jawal Mundo Telecom", es decir, el que regentaban en Lavapiés los hermanastros Jamal Zougam y Mohamed Chaoui, y Mohamed Bakali. Esta primera pista sirvió para detectar otros números de teléfono y seguirlos. Así, por ejemplo, gracias al rastreo del número 665.040.605, se supo que El Chino había viajado, el 28 de febrero de 2004, a Avilés para recoger los explosivos que le había comprado al ex minero José Emilio Suárez Trashorras.

La pesquisa condujo entonces a Chinchón. De las 30 tarjetas que vendió Zougam, siete "fueron introducidas en un terminal, marcando el número PIN, sin hacer llamada alguna bajo la cobertura del BTS (estación base o poste repetidor) de la localidad de Morata de Tajuña, un día antes de los atentados, entre las 16.00 y las 19.00, encontrándose entre esas tarjetas la que fue hallada en la bolsa que contenía el explosivo desactivado e intervenido en la estación del Pozo".

Esa pista condujo a la casucha de Chinchón, cuyo repetidor telefónico más cercano es el antedicho de Morata. Durante el registro, los investigadores encontraron "el soporte de una de estas siete tarjetas", el plástico troquelado con el que se venden, en concreto la del número 652 282 947, en la que fue revelada "una huella del fallecido en el piso de Leganés Jamal Ahmidan, lo que probaría su plena implicación en la confección directa de los artefactos explosivos".

Ésta línea de investigación llevó a descubrir que los terroristas habían alquilado un piso en la calle de Carmen Martín Gaite, en Leganés. Cuando la policía llegó a ese domicilio, el 3 de abril de 2004, fue recibida con intenso fuego de ametralladoras. Poco antes de suicidarse, El Tunecino y los hermanos Rachid y Mohamed Oulad Achka activaron a las 19.15 la tarjeta número 653 026 047, procedente de la partida de 30 vendidas por Zougam, para "despedirse de sus respectivas familias antes de la explosión", que acabó con la vida de siete terroristas y un subinspector del GEO.

Pero, si sólo se activaron en Chinchón siete de las tarjetas utilizadas en los atentados y en éstos se utilizaron 13 bombas, faltan seis tarjetas para otros tantos artefactos. El informe ofrece varias pistas que se refieren, justamente, a otras seis tarjetas que fueron igualmente activadas bajo el repetidor de Morata. Cinco proceden de un segundo lote de 200 tarjetas, que también fueron activadas en ese punto y con las que los terroristas se han intercambiado llamadas. La sexta, con el número 653 026 053, procede del lote original de 30 y, como las anteriores, "ha sido activada en alguna ocasión bajo la BTS de Morata" y "ha mantenido contactos con teléfonos móviles utilizados por los integrantes de la célula terrorista". La pesquisa aclara también que otra de las tarjetas del mismo lote "fue recuperada en el interior del móvil que portaba Jamal Zougam en el momento de su detención". Círculo cerrado.

1.035 teléfonos sin identificar

Las investigaciones sobre los teléfonos que, de una u otra forma, se han relacionado con el 11-M han supuesto un trabajo descomunal para las fuerzas de seguridad y las compañías telefónicas, especialmente las de móviles. Tres datos dan idea de la magnitud del esfuerzo: se ha seguido el rastro de 230 tarjetas telefónicas relacionadas directamente con la matanza, se ha seguido el rastro de más de 11.000 llamadas y, por si fuera poco, quedan 1.035 teléfonos sin identificar plenamente.

El trabajo que mejores resultados ha dado es el de seguimiento de las 230 tarjetas vendidas por Jamal Zougam, porque ha permitido relacionar los escenarios de los crímenes con las guaridas de los terroristas y a los propios radicales islamistas entre sí. Quedan por identificar seis teléfonos que, supuestamente, fueron los que estallaron en otras tantas bombas.

Pero el seguimiento de las más de 11.000 llamadas efectuadas entre 2003 y 2004 por los distintos teléfonos utilizados por los terroristas ha abierto un abanico de investigación difícilmente abarcable.

El pasado 9 de mayo, la Comisaría General de Información entregó al juez Juan del Olmo "el listado de teléfonos sin identificar relacionados con el atentado del 11 de marzo de 2004". La lista ocupa 15 folios a cuatro columnas: una dedicada a los teléfonos móviles, otra a los fijos (incluidas líneas 900 y 902), la tercera sólo para números extranjeros y la cuarta, para otros, en general.

La suma total es de 1.035 teléfonos, de los que 793 son móviles de diferentes compañías españolas. La lista de los fijos se eleva a 132 números, la inmensa mayoría de Madrid, pero también los hay de Barcelona, Asturias, Toledo, Navarra, Granada, Vizcaya, Cuenca y Cádiz. La relación de los números extranjeros, que incluye fijos y móviles, se eleva a 87, y lleva hasta Marruecos, la mayoría, pero también hasta Reino Unido, Yugoslavia, Portugal, Bélgica, Holanda, Suecia e Italia. Faltan otros 23 números que o están codificados, o son abreviados o, simplemente, son errores.

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Sobre la firma

Jorge A. Rodríguez
Redactor jefe digital en España y profesor de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS. Debutó en el Diario Sur de Málaga, siguió en RNE, pasó a la agencia OTR Press (Grupo Z) y llegó a EL PAÍS. Ha cubierto íntegros casos como el 11-M, el final de ETA, Arny, el naufragio del 'Prestige', los disturbios del Ejido... y muchos crímenes (jorgear@elpais.es)

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