"Una ciudad no mejora por que se le haga un Guggenheim"
Mañana limpia en el barrio de la Alameda, donde Santiago Cirugeda tiene su vivienda y estudio en un lugar equidistante de las estatuas de Manolo Caracol y La Niña de los Peines. Para beber: botellón Mahou servido en vaso.
Pregunta. ¿Es usted antes arquitecto u okupa?
Respuesta. El título lo tengo hace dos años, pero colaboro con algún movimiento.
P. Esta casa, por ejemplo, ¿la tiene okupada?
R. No, alquilada. Esto era un burdel. La calle era una de las más degradadas de Sevilla, centro de prostitución, drogas, todavía queda algo. Es de las zonas del centro más descuidadas, con población de pocos recursos. Las únicas estatuas son de Manolo Caracol y La Niña de los Peines, aquí siempre se dio la juerga, el gitaneo, el flamenco. Pero ahora está tranquilo, hace 12 años era la jungla. Aquí nos instalamos unos estudiantes, con artistas y gente del flamenco, luego fueron desapareciendo.
P. ¿Es Sevilla una buena ciudad para el arte?
R. Sevilla agota; no hay nada que se promueva para la cultura, pero en cambio es una ciudad muy creativa.
P. Muchas distracciones, entonces. ¿Cuánto tardó en acabar la carrera?
R. (Sonríe). Trece años, pero antes ya tenía proyectos en la calle, era una incomodidad para los urbanistas.
P. ¿Por qué?
R. Porque demostraba que desde la ciudadanía se puede hacer buena arquitectura. Molesta mucho a la soberbia del ramo.
P. ¿Hay mucha soberbia?
R. Son los más soberbios, es inevitable. Y encima con las millonadas que pagan por las guinditas, los guggenheims. Pero una ciudad no mejora porque se le haga un Guggenheim.
P. ¿Más okupas y menos guggenheims es su lema entonces?
R. Me gustan los okupas productivos, no los destructivos. Lo que ocurre es que siempre se ha ligado el movimiento al anarquismo, pero existe la okupación con compromiso.
P. Por ejemplo, usted, ¿qué ha conseguido okupando?
R. Varias cosas. Al menos 15 iniciativas han demostrado que la ciudad se puede hacer desde cualquier punto, que no son imprescindibles arquitectos, urbanistas y constructores.
P. ¿Qué ha llegado a proponer?
R. Desde habitaciones en andamios a ocupación de solares... Después de 10 años luchando me he dado cuenta de que hay que articular los proyectos con la Administración para que sean más eficaces.
P. ¿Se ha rendido?
R. No, sencillamente, es mejor hacerles el trabajo que ellos se niegan a hacer. Si la ciudadanía no lo inventa, ellos lo van a dejar pasar o aprovecharse.
P. ¿Cómo lo hace? ¿Le contratan?
R. Por libre y colaborando con colectivos ciudadanos. Promuevo la autogestión y la auto-construcción.
P. ¿Le llaman de muchos sitios?
R. Ahora he estado en Barcelona, me resulta más fácil hacer cosas en el quinto pino que en mi tierra, que es donde yo quiero trabajar. En la Universidad de Granada propuse un edificio desmontable que a los alumnos que lo proyectaran les sirviera como créditos para la carrera. Es una idea que tiene que ver con la arquitectura reciclable, muy japonesa, porque están muy acostumbrados a desplazar edificios y dan más importancia al lugar que a la edificación. Allí, hoy, hacen edificios como yogures, con fecha de caducidad.
P. Pero entonces, usted está en contra del concepto sacrosanto de lo inmobiliario.
R. Lo inmobiliario es algo arraigado a la tierra.
P. ¿Qué más proyectos ha hecho?
R. Uno que me gusta mucho es el de las trincheras en una azotea en la Universidad de Málaga. Además, allí estoy muy implicado en un monumento en Málaga que recuerda la mayor matanza de la Guerra Civil, la de los 70.000 republicanos que huían hacia Almería.
P. ¿Agitando la memoria?
R. Mi padre es coronel de Infantería y de él creo que he sacado el rigor para aplicar plazos en la gestión, eficacia en la construcción y okupación de solares. Después de todo, los militares han sido los mayores okupas de la historia: en vez de solares han okupado países enteros.
P. Ahí le ha dao.
R. Me dicen que soy ingenuo, pero no, yo lo que planteo es otro tipo de gestión que acabe, por ejemplo, con esa manía que hay por los concursos, que son como la Operación Triunfo de la arquitectura. Te hacen perder tres años para nada en vez de poder emplear el tiempo en hacer algo útil para tu ciudad. Hay que crear otras reglas de juego.
P. ¿Desde dentro?
R. Desde todas partes. Hay que tratar con el enemigo. Yo al tiempo que me planto la chaqueta para ir a un cóctel, promuevo una okupación.
P. ¿Y torear?
R. Los políticos son los que torean bien, los demás somos un poco tontos. Hay algunos que lo entienden, hay políticos estupendos, también. Yo sólo quiero que den suelo para uso de la ciudadanía y así colaborar con el Ayuntamiento.
El defensor del pueblo inmobiliario
Entiende la arquitectura como una herramienta de agitación. Le pone enfermo ver una valla que proteja metros y metros de suelo desaprovechado y lucha por darles utilidad pública. Santiago Cirugeda, 33 años, sevillano de pelo rapado, ojos de embrujo gris y discurso de ametralladora, ha sido monaguillo antes que fraile y okupa antes que arquitecto. Conoce al dedillo las normas de urbanismo y desafía a las autoridades siempre que puede con estrategias que ponen en evidencia la anormalidad de un sistema que huele a maletines y mordidas. El idealismo lo ha transformado en arte y eficacia y ahora, en su estudio de la Alameda, elabora proyectos para universidades, parques, avenidas y ciudades tan provocadores como sus dormitorios en andamios o sus trincheras en azoteas y otras cosas que prefiere callar "para no dar pistas al enemigo".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.