Mihura
Mihura: claro que no se le olvida. Los cicateros oficiales dicen que, como era de derechas, "éstos" no le quieren recordar: la película de Garci Ninette y un señor de Murcia no traiciona su burguesía ingenua; Maribel y la extraña familia se pone en septiembre; hacia entonces se dará Tres sombreros de copa, por Gustavo Pérez Puig, el mismo que la estrenó. ¿Era de derechas? Claro, un buen burgués; lo fueron muchos autores de su tiempo: Jardiel, López Rubio, Víctor Ruiz Iriarte, Joaquín Calvo Sotelo, Juan Ignacio Luca de Tena. El teatro fue un arte de derechas en los siglos pasados: durante la guerra civil, en nuestro Madrid rojo, se seguían representando las obras de antes, y la negra bazofia, aunque hubiera un interés fuerte de selección (es un largo tema). Fue entonces y sólo entonces cuando Mihura fue franquista: editó con Tono La ametralladora, en Salamanca y en San Sebastián y su nombre explica bien que era un panfleto para los soldados en el frente. Allí empezó, de "flecha", quien se quedara con todo: Álvaro de Laiglesia. "A Álvaro le enseñé todo menos a ser desagradecido", dice -más o menos- Mihura en sus memorias. Conviene recordar que antes, en la República, Tono y Mihura habían hecho El perro, el ratón y el gato, un semanario infantil libre y surrealista, con Antoniorrobles -republicano que luego fue al exilio-, y al mismo tiempo conviene recordar que una dictadura se distingue porque obliga, porque no da libertad de elección.
Recuerdo los dibujos del pobre Saéz de Tejada en la portada de La Ametralladora: este fino estilista ilustrador de mujeres dibujaba a la fuerza soldados en los que mezclaba todos sus símbolos obligatorios -flechas, aspas de borgoña, camisa azul, guerrera militar- tirando una granada de mano con un cierto ademán. Yo le recordaba de La Libertad. Mihura: como Jardiel, como Fernández Flórez, que vieron cortada su carrera por los suyos mismos. Simplemente, no habían podido imaginar que el paroxismo de la derecha llegase a tanto. Mihura, con Tono, tuvo en cambio una creación grandiosa: La Codorniz. Irritaba a los viejos señores carcas, pero era intocable. No nació sola: nació de un costado del Sette Bello italiano, que en Roma era una manera disfrazada de burlarse del derechismo idiota. A veces hasta copió personajes: "Don Venerando" era en Sette Bello "il Veneranda"... Es una historia larga y quizá no merezca la pena más que la de esclarecer personajes dañados por la guerra, por la posguerra y por esta transición en la que estamos.
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