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Reportaje:

El viaje sin destino de Vitor y Djoyce

Los 97 inmigrantes del pesquero que llegó el martes a Tenerife embarcaron en varios puertos africanos sin saber adónde iban

La ciencia no ha inventado cómo medir la enorme vitalidad de Vitor, el niño marfileño de 18 meses que correteaba ayer por la habitación 132 del Hospital Universitario de Canarias. Es el Elían africano, un niño balsero de 11 kilos y 860 gramos que se embarcó hace dos meses en Abidján (Costa de Marfil) sin saber hacia dónde, y fue rescatado la madrugada del pasado martes, junto a sus padres y 94 inmigrantes subsaharianos más que desbordaban un viejo pesquero de madera con capacidad para 20 personas.

Identificado el miércoles como Fito, Vitor nació el 30 de febrero de 2004, en una casita de fachada ocre con sólo dos habitaciones de Abidján. Su hermana, Jane, de 5 años, murió en brazos de su madre, tras recibir un balazo en la cabeza por parte de la guerrilla que asuela todo el país. Fue la espoleta que convenció a sus padres, la peluquera de 27 años Djoyce Emmanuel y el comerciante Albert Boakye, de que no había futuro en la tierra que un día fue la potencia mundial del cacao. La joven afirma que la situación es tan dramática que en las aldeas del interior las madres orinan para dar de beber a sus hijos, con cabezas gigantescas y cuerpos famélicos.

Un día, Albert comenta a su esposa la posibilidad de marchar a un lugar mejor, aún sin nombre, para tratar "de ser felices en cualquier lugar del mundo", pero lejos de la tragedia. "No teníamos futuro allí", lamenta Djoyce Emmanuel, quien ha patentado un método infalible cuando su hijo la agarra con fuerza de las trenzas: lo coge en brazos, lo tumba boca arriba en el suelo y le sopla en el ombligo, lo que provoca las carcajadas del vivaracho pequeño.

Hace dos meses, la pareja con el niño a cuestas accedió de madrugada al puerto de Abidján. A pesar de la fuerte vigilancia militar, llegaron a los diques. La joven de 27 años observa dos barcos pesqueros "llenos de gente", donde no la dejan embarcar. Personas que no recuerda le piden "que espere al próximo" y se duerme en el suelo abrazada a su hijo.

La mano desesperada de su marido la despierta. Ahora sí. A las tres de la madrugada, suben al Alliança, junto a otros seis compatriotas. "Había ya mucha gente ahí dentro, que hablaba todo tipo de lenguas", recuerda la joven. "Tú subes a un barco por primera vez en tu vida que no sabes adónde te lleva, pero que, al menos, te saca de allí".

A los pocos días de zarpar, el mar se convierte en el infierno. La madre de Vitor levanta el brazo y lo baja bruscamente hasta el suelo para describir el fuerte oleaje que vivieron. "El agua entraba por todos lados", y ella no paraba de vomitar. Su hijo sólo lo hizo una vez. Ayer aún veía las cosas moverse a su alrededor, como efecto de tantos días en el mar. "Sólo comimos una masa de arroz hervido mezclado con azúcar". No había aparejos para pescar.

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Agua de mar para beber

Según el relato de la joven marfileña, el pesquero con capacidad para 20 personas "paraba por las noches; en muchas de ellas llegaban a puertos de países del golfo de Guinea, atracaba furtivamente en los muelles, embarcaba a más y más pasajeros, y zarpaba sin ser descubierto". Así hasta sumar 99 personas. Sólo en Dakar (Senegal) entró un cargamento de comida, "galletas, jugos" y poco más.

La sed hizo tantos estragos que muchos bebieron agua de mar. "Nosotros no; cogíamos agua putrefacta y maloliente de un depósito, mojábamos un trapo y lo pasaba por los labios de mi hijo y los míos". Dos pasajeros murieron. Los tiraron una noche por la borda. Otros tantos fueron reanimados.

"Rezaba a Dios para que nos salvara, aunque los hombres musulmanes se burlaban de mí", recuerda Djoyce. El buque escuela Eagle apareció en el horizonte y uno de los inmigrantes cogió una gran bengala y la prendió, pero, al revés y se quemó todo. Otro compañero encendió la que les salvó la vida. Los estadounidenses bajaron un bote y alertaron a Salvamento Marítimo con base en Canarias, que realizó la noche del lunes un rescate ejemplar.

Un policía ayuda a desembarcar a Vitor, el niño de 18 meses que viajaba en el pesquero con sus padres.
Un policía ayuda a desembarcar a Vitor, el niño de 18 meses que viajaba en el pesquero con sus padres.EFE

37 días de tregua

Los padres de Vitor no saben qué ocurrirá en el futuro, pero sí quieren "que sea feliz" en cualquier lugar. En mitad de la noche y las gigantescas olas, cuando no sabían si superarían la travesía, la pareja acordó contarle al retoño de dónde viene y las peripecias por las que han tenido que pasar para vivir ahora, o intentarlo, fuera de su país.

La pareja y el pequeño vivirán los próximos 37 días, como mucho, en el moderno centro de internamiento de extranjeros de Hoya Fría, a ocho kilómetros de la capital insular. La ley permite un máximo de 40 días de internamiento. Y dado que no hay un convenio de repatriación con Costa de Marfil, su futuro es incierto.

A los padres del pequeño balsero africano, sin embargo, les pesa como una losa la imagen de su hermanita asesinada (de la que su madre muestra, compungida, dos fotos muy descoloridas y arrugadas), mucho más que su futuro. Ni ella, peluquera, ni su marido, comerciante, imaginan de qué vivirán mañana. Por ahora, lloran por los recuerdos sin mirar al horizonte.

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