Chiíes y kurdos imponen su voluntad a los suníes
La comunidad suní, favorecida durante más de tres décadas por el régimen de Sadam Husein, parece estar pagando caro su boicoteo a las urnas en las elecciones de enero. A pesar de que a última hora fueron incluidos 15 asesores suníes en las sesiones de la Comisión Constitucional de la Asamblea iraquí, su peso es más limitado que el de la comunidad kurda. Cada una representa aproximadamente a un 20% de la población iraquí, frente al 60% de la mayoría chií.
La Ley Administrativa Transitoria, la Constitución negociada con Estados Unidos tras ceder el poder al Gobierno provisional iraquí, prevé que la nueva Carta constitucional debe ser aprobada en un referéndum a mediados del próximo mes de octubre, y que si dos tercios de los votantes de tres provincias se pronuncian por el no, el proyecto sería rechazado. Nadie duda de la capacidad de movilización electoral de los kurdos, demostrada en los comicios de enero al convertir su coalición en la segunda lista más votada del país y situar a uno de sus líderes históricos, Yalal Talabani, como presidente de Irak. El actual territorio autónomo del Kurdistán cuenta precisamente con tres provincias: Dohuk, Erbil y Suleimaniya.
Los suníes, sin embargo, no parecen estar ahora en condiciones de poder rechazar la nueva Constitución. La división tribal y la violencia de la insurgencia hacen altamente improbable que puedan sumar la mayoría de veto en al menos tres provincias.
Ésta es una de las principales razones por las que los kurdos se han asegurado garantías en la nueva Carta iraquí para su autogobierno. Por lo demás, también cuentan con el apoyo de EE UU, a quien ayudaron a construir un frente de combates en el norte del país, a pesar de que Turquía impidió el paso a las tropas norteamericanas por su territorio.
El llamamiento del líder conservador chií Abdelaziz Al Hakim a crear una macrorregión autónoma en el sur de Irak, lanzado el pasado jueves en la ciudad santa de Nayaf ante miles de milicianos, parece haber acabado de exasperar a los suníes. Después de haber sido los únicos amos del país, temen que Irak se rompa ahora si los yacimientos de petróleo de Kirkuk y Mosul, en el norte, quedan bajo control kurdo, y los de la región de Basora, en el sur, bajo administración chií.
La derrota de Sadam Husein fue también en gran medida la de los suníes del norte y el centro de Irak. Su boicoteo electoral les ha dejado además infrarrepresentados en la redacción de la nueva Constitución y sin aparentes posibilidades de vetar su entrada en vigor con una minoría de bloqueo, como la de los kurdos.
Por eso no parece extraño que los suníes vayan a acabar desentendiéndose de un debate parlamentario en el que kurdos y chiíes, que llegaron a ser víctimas de prácticas genocidas bajo el régimen de Sadam, van a acabar imponiendo su voluntad en una Constitución marcadamente sectaria y que favorece la limpieza étnica y religiosa.
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