De desheredado a bicampeón del golf
Phil Mickelson gana el Campeonato de la PGA norteamericana, su segundo título 'grande'
La amenaza de tener que afrontar un siempre azaroso desempate le ensombreció. Su segundo golpe en el hoyo final, un Par-5, del club Baltusrol, en Springfield (Nueva Jersey, Estados Unidos), no hizo deslizar la pelota por el green como pretendía para asegurarse el birdie triunfal, sino que la dejó atrapada en la hierba alta. Sus posibilidades se antojaban disminuidas ante la presión del australiano Steve Elkington y el danés Thomas Bjorn. Pero fue entonces cuando reaccionó; cuando el estadounidense Phil Mickelson se conjuró consigo mismo, se olvidó de su juego a veces errático en las dos últimas vueltas y perfiló un chip ganador: la bola se elevó, confiada, para caer en el tapiz y rodar, decidida, hasta detenerse a menos de un metro del agujero. El putt estaba dado. El birdie, garantizado. El Campeonato de la PGA norteamericana, el segundo de sus grandes, tras el Masters de Augusta de 2004, ya era suyo. Con su gloria deportiva y su cheque de 1,17 millones de dólares (unos 950.000 euros).
La sonrisa de Mickelson al fin es abierta. Aquél que fue considerado un desheredado de la fortuna ha dejado de serlo. El Grand Slam del golf, las cuatro competiciones más importantes, sólo conocen otros tantos jugadores capaces de haber inscrito su nombre en él en dos años sucesivos. Y él es, junto al inglés Nick Faldo y sus compatriotas Curtis Strange y Tiger Woods, uno de ellos. Todas sus desgracias, su mala fama de segundón, se han disipado y ya es el tercero de la clasificación mundial del bienio, superado tan sólo por Woods y el fiyiano Vijay Singh. Ya puede sentirse satisfecho.
Y es que el orgullo de Mickelson (San Diego, California; 1970) ha sufrido mucho a lo largo de su carrera. Mucho, porque las expectativas que los expertos levantaron en torno a él fueron abrumadoras desde sus victorias como universitario y aficionado, condición ésta que no le impidió humillar a los profesionales batiéndoles en 1991 en un torneo, el de Tucson (Arizona), al que había sido invitado como vencedor del Open de Estados Unidos de 1990 en su versión para los amateurs. Su país buscaba desesperadamente otro Jack Nicklaus y le exigió serlo. Pero hasta abril de 2004 apenas había coleccionado una veintena de éxitos en las competiciones menores y casi una decena de frustraciones, en forma de segundos y terceros puestos, en las grandes. En el camino, además, había surgido Woods, el auténtido retador del Oso Dorado. Lo de él se había quedado en un turbador quiero y no puedo. Pero, en ese mes del año pasado, Augusta le tendió su mano y se vistió con su primera chaqueta verde, una prenda que imprime carácter. Y el suyo se fortaleció tanto que a continuación volvió a rondar la cumbre en el Open norteamericano y el British y ahora la ha coronado de nuevo en el Campeonato de su PGA. "Estoy encantado", pregona. Sin duda.
Clasificación: 1. Ph. Mickelson (EE UU), 276 golpes. 2. S. Elkington (Aus.) y Th. Bjorn (Din.), 277. 4. T. Woods (EE UU) y D. Love (EE UU), 278. 22. S. García, 283. 40. M. Á. Jiménez, 286. 47. J. M. Olazábal, 287.
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