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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Helsinki

Los Mundiales de atletismo se han cerrado con la consagración de una nueva generación de estrellas destinada a protagonizar los éxitos de los próximos años. Es una noticia magnífica para un deporte que temía un preocupante periodo de transición. Terminado el ciclo de atletas excepcionales como Haile Gebrselassie, Hicham el Guerruj, Jonathan Edwards o Maurice Greene, no parecía fácil su relevo en un tiempo de cierto descrédito del atletismo. A los escándalos de dopaje se añadía una escasa nómina de estrellas, dos factores que amenazaban el éxito de los Mundiales de Helsinki. Sólo ha habido dos récords del mundo -el de la rusa Isinbayeva en pértiga y el de la cubana Osleidys Menéndez en jabalina-, y las marcas no han deslumbrado, en buena medida por las pésimas condiciones meteorológicas que han presidido los Mundiales. Sin embargo, de Helsinki ha surgido una espectacular cosecha de campeones, casi todos menores de 23 años. Es la época de Gatlin, Bekele, Ramzy, las Dibaba o Allyson Felix, los referentes de hoy y probablemente de los Juegos de Pekín 2008.

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ESPAÑA CIERRA el Mundial de Atletismo con dos medallas

El mundo puede globalizarse, pero el atletismo comienza a organizarse en departamentos estancos. En los Mundiales se ha confirmado el reparto de poderes. Estadounidenses y caribeños han dominado las pruebas de velocidad, África ha arrollado en el semifondo y fondo, mientras que Rusia y los países nórdicos se refugian en los lanzamientos. A Europa comienza a tocarle un papel residual. Su regresión es dramática.

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España no es la excepción. Sale de los Mundiales con sólo dos medallas, ambas en 20 kilómetros marcha, y desciende a 10 su número de finalistas, frente a 13 y 17 en las dos anteriores ediciones. Resiste la caída algo mejor que la mayoría de sus vecinos regionales, hasta el punto de colocarse cuarta por número de finalistas entre los países de la Unión Europea, por detrás de Francia, Alemania y Polonia. Es un consuelo que no evita pensar en los graves problemas que aquejan al atletismo en el viejo continente, donde se concentran el dinero, las grandes competiciones y el interés mediático. Está claro que a Europa le toca un triste papel pasivo en el atletismo que viene.

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