Música azulgrana
Hay partidos que sirven para medir a los grandes equipos, para especular sobre qué temporada les aguarda, y la ida de la Supercopa era uno de los más exigentes para saber qué pinta tenía el Barcelona, tan satisfecho con el título de la Liga pasada que afronta la próxima con sólo dos fichajes y sin coste de traspaso. Al final, resultó que el Barça jugó mucho y bien en el campo del Betis, un rival generalmente imposible para los azulgrana. La algarabía verdiblanca quedó solapada por el silencioso y delicado fútbol barcelonista. Salvo una jugada sublime de Joaquín y un cabezazo de Oliveira, silenciado por Valdés, la contienda nunca tuvo los picos que dan grandeza al Betis, sino que fue un monólogo exquisito del Barça.
A juzgar por el partido, el Barcelona progresa imparable desde que Rijkaard dio con la tecla hace año y medio, cuando incorporó a Davids y se dio cuenta de que en el Camp Nou los encuentros se ganan cuando forman tantos medios como delanteros. El equipo mejora con el tiempo sin necesidad ya del medio holandés, que se dio demasiada importancia en el invento. Rijkaard entendió las necesidades y los gustos del Barça y ha armado un plantel tan solidario, organizado y armónico que sólo admite la singularidad de Ronaldinho, un futbolista desequilibrante y genial, capaz de inventar una jugada por partido, como cuando el sábado durmió la pelota en el pecho tras tres controles, de cara y espalda, para jugarla con el hombro.
Ronaldinho hipnotiza al adversario mientras Deco lleva el partido en la cabeza para que Xavi actúe sin preocuparse en el gobierno de la pelota. Nadie como él personifica mejor el fútbol al que aspira el Barça, un equipo que alcanza la victoria desde el juego fácil. Xavi es el futbolista alrededor del que se mueve el Barça y el que mayores desperfectos causa en el rival. Nada ha cambiado en el equipo desde el punto de vista del centrocampista, que marca el estilo inconfundible de los azulgrana: la posesión de la pelota, la ocupación racional del campo y el punto a partir del que se empieza a jugar. El Barça mantiene el rondo como manual. La diferencia respecto al pasado ejercicio es que ha aumentado la velocidad de ejecución, dispone de más variantes y, en vez de con un equipo, cuenta con una plantilla. Aunque a veces se excede tanto en el efecto del pase multiplicador que echa en falta a un ariete y sigue siendo vulnerable cuando se ataca a sus laterales, trabaja mejor el desmarque y el juego posicional y ha ganado dinamismo, intensidad, fuerza y determinación, especialmente en las acciones de estrategia.
Los tres goles ante el Betis inciden en tales conceptos: Ronaldinho sumó su tercero de falta consecutivo, Eto'o rompió a los centrales tras un pase de Xavi y Giuly se plantó ante Doblas después de que Ronaldinho le diera profundidad al extremo derecho. Ezquerro, versátil, potenciará el juego exterior mientras Edmilson y Van Bommel, centrocampista completo, aumentarán el interior. El efecto Edmilson ya se notó en el Villamarín. Le pega al balón de maravilla. Frente a la presión del rival, se impone el pelotazo preciso a las bandas del brasileño, un jugador imponente que da al equipo un punto de poderío imprescindible para partidos épicos como los del curso pasado en Madrid y Londres.
Pese a que los azulgrana han ganado poder de intimidación, no han perdido capacidad de seducción ni humildad. A diario se remiten al juego sin mayor promesa de que tratarán de ganar el partido avisando que competirán por los títulos sin poder asegurar que los van a ganar. Ante el Betis, su partido resultó delicioso, de una estética irreprochable, digno de ser contemplado, muy alejado del ruido que causan determinadas actuaciones de la directiva. La voz melosa de Rijkaard, la sonrisa de Ronaldinho y el juego musical del Barça son el mejor antídoto para combatir los desafios de la junta, que ha hecho las paces con el Sevilla a costa de enemistarse con los vecinos del Espanyol por la cesión de Saviola. La capacidad de Laporta para ganarse enemigos es proporcional a la de Rijkaard para hacer amigos. Aunque el club se ha corregido y saneado notablemente desde la salida de Gaspart, el que le ha cambiado la cara al Barça ha sido el equipo. No es extraño que la junta quiera renovar a los jugadores clave hasta 2010. El mejor patrimonio que tiene hoy el Barça es su equipo, un plantel campeón y mejorado cuyo buen gusto por el futbol contrasta con los malos modos de la junta en casos que parecen tener fácil solución. A la que no hay partido, el club se enreda en cualquier conflicto. Hoy toca hablar del césped.
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