_
_
_
_
Crónica:ATLETISMO | Concluyen los Campeonatos del Mundo de Helsinki
Crónica
Texto informativo con interpretación

Natalia, entre todas las rusas

La española es sexta en una carrera en la que la sospechosa Tomashova y sus compatriotas aplicaron su rodillo

Carlos Arribas

Cuatro años después Natalia Rodríguez vuelve a estar donde empezó.

Pero más fuerte, más feliz. Más segura. Sexta como en los Mundiales de Edmonton que la revelaron ante el mundo, pero un sexto diferente. La frágil Natalia, la atleta de tanta clase como tobillos, la atleta de Tarragona que no terminaba de arrancar, que prometía tanto pero a la que, llegado el momento clave, la gran competición, le asaltaban los malestares físicos, las molestias, los catarros, dio finalmente con la clave: el anonimato. "El año que llego con menor presión, el año en que menos se espera de mí, es el año que mejor rindo", decía la catalana, feliz, el pelo cortado a lo chico, en el olvido ya las minuciosas trencitas de antaño. Como en Edmonton. Cuando nadie la esperaba, apareció. Entonces era una gran promesa de 22 años que se lo tenía muy callado. Ayer, era simplemente una atleta que ha madurado, que ha conocido la depresión de quien trabaja, trabaja y trabaja, y no llega a donde debe. La atleta que a pesar de los pesares se mantiene en su espléndida individualidad, en el camino que se trazó de joven, sin dudar de su entrenador, José Miguel Escalona, sin salir de Tarragona. La atleta que sigue trabajando, paciente, hormiguita y, llegado un año importante, quizás el decisivo, se encuentra con dos fracturas de estrés en las tibias, en ambas piernas. Bicicleta, trabajo de gimnasio, fortalecimiento general, pero nada de carrera. Así durante semanas. Y así llegó a Helsinki, anónima, casi sin expectativas. Y así logró llegar a la final de los 1.500 metros y allí convertirse en protagonista maravillada, en espectadora privilegiada de cómo las rusas, tremendas, arrollaron la inocencia de una etíope que intentó ser refugiada política en Suiza y acabó convertida en ciudadana de Bahrein, como tantos otros marroquíes o kenianos, pero diferente.

Sobre las rusas se multiplican los controles fuera de competición. Y la sospecha es fuerte
"El año en que menos se espera de mí, es el año que mejor rindo", decía la catalana, feliz
Más información
Helsinki alumbra una gran generación

En el laboratorio antidopaje de Helsinki, lugar en el que se han llevado a cabo casi 900 análisis en este Mundial, en los laboratorios antidopaje de medio mundo, hay una apuesta, un desafío que no deja dormir tranquilos a los técnicos más reputados del mundo mundial. Es su propio Mundial. Hay prometida una medalla de oro simbólica para aquél que logre encontrar en las orinas aparentemente inocuas de tantas atletas rusas la sustancia que las hace progresar a tirones, mejorar sus marcas espectacularmente, según se acerca una gran competición mundial. Sobre ellas, sobre las rusas, se multiplican los controles fuera de competición, se intenta pillarlas de cualquier manera, pero nada. Y la sospecha es fuerte, y en este Mundial ha sido más fuerte que nunca pues en los análisis previos de sangre se comprueba que su hematocrito, que su hemoglobina, se han disparado, que alcanzan niveles escandalosos. Pero nada. Se sabe con un 99% de certeza que utilizan EPO, pero una EPO invisible debe de ser. Se habla de la EPO Omega, de fabricación rusa, indetectable aunque cada vez se afinen más las técnicas. Se habla de un producto químico, de unos polvos que si se dejan caer en la orina anulan todo rastro culpable, y por eso los controladores van a exigir que todos los atletas se laven las manos antes de orinar, se las laven y las enseñen, bien desnudas, sin nada entre las uñas. Y mientras tanto, en la pista pasa lo que pasa. Un rodillo, por ejemplo.

Pocos minutos antes de que el relevo femenino ruso del 4 x 400 arrasara en su final, otro relevo feroz, ruso, femenino, tuvo lugar en la pista. Su objetivo, conseguido, fue la caza de Mariam Yusuf Jamal, una atleta del altiplano de Arsi, en Etiopía, de la provincia de Bekele, de Tirunesh Dibaba, que sólo tiene 22 años y que como es de la etnia Oromo, minoritaria, maltratada por la federación de su país hasta hace unos meses, decidió emigrar a Suiza hace un par de años. Sin apenas papeles, con visado turista, casi clandestina, vivió en Suiza, donde encontró un entrenador en la persona François Pahud, técnico que fue de Pierre Délèze. Finalmente se hizo bahriní, como Ramzi, aunque vive y trabaja en Suiza y donde sigue entrenándose en altitud, en su caso en Saint Moritz, mientras sus compatriotas lo hacen en Addis Abeba. Jamal era la sensación del medio fondo este año y para ratificarlo salió ayer, para ganar el oro. Dejó, obligada, el top con el que mostraba el ombligo en los mítines y el pantaloncito ajustado que tanto escandalizaba a los jeques que la pagan y salió con la camiseta amplia, informe, los pantalones grandes, amplios. Salió también para cerrar el cerco etíope en el fondo, para sumarse a los dos triunfos de Dibaba en el 5.000 y en el 10.000, para añadir el 1.500 a la redada. Y todo le iba bien cuando a falta de 300, ella, menudita, mínima, sin apenas músculo, se convirtió en una pelota de ping pong para la caballería rusa. Intentaba Jamal cambiar de ritmo antes de entrar en la última curva, descuidó la cuerda y por allí entró, arrollando, Chizhenko, la campeona rusa, quien con la mano la empujó a ella, una pluma, hacia el centro; allí la recibió Tatyana Tomashova, quien para protegerse la devolvió hacia Chizhenko. La dejaron fuera de juego. La última recta fue la carga de la brigada rusa, Soboleva, Yegorova -la misma que dio positivo por EPO hace cuatro años-, Tomashova y Chizhenko, a toda mecha, Jamal resistiendo dignamente, Natalia soltando las piernas y recuperando desde atrás. Ganó Tomashova. Chizhenko acabó tercera, pero fue descalificada. Jamal finalmente fue quinta.

Tomashova, en el centro, junto a la descalificada Chizhenko y Yegorova.
Tomashova, en el centro, junto a la descalificada Chizhenko y Yegorova.AP

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_