_
_
_
_
_
VISTO / OÍDO
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Colonos en Gaza

La expulsión de los colonos de Gaza es, al mismo tiempo, justa e injusta. Justa con respecto a la ocupación de un país ajeno. Injusta porque a esos colonos se les dieron incentivos de todo orden para asentarse, ahora se les arrastra fuera. Hablo de la conversión de civiles en soldados sin dejar de ser civiles. Una operación igual la emprendió la Alemania de Hitler: después de desplazar ciudadanos hacia países ajenos, consideraron esos territorios como alemanes: el Gran Reich. Crearon mapas diferentes, doctrinas nuevas: el lebensraum, o espacio vital, por el cual la población alemana necesitaba expandirse. En los Sudetes, en Checoslovaquia, eran más de tres millones: los ataques con que se empezó la Guerra Mundial tenían el pretexto de devolverles a la madre patria. La operación del sionismo apoyada por Gran Bretaña, y luego por Estados Unidos, consistía en colocar en Palestina millones de judíos: iban a la "patria prometida". Así ocurrió, no sin problemas de terrorismo y guerras sucesivas, en las que Occidente ayudaba a los israelíes. Y casi toda la opinión mundial: tenían la solidaridad con el pueblo al que maltrataron desde hacía siglos; formaban parte de la guerra contra el nazismo. Pero la operación era siniestra: colocar una cabeza de puente en el mundo árabe para la guerra de civilizaciones que empezó siglos antes y que aún continúa: está viva en Palestina, bulle en el Irak y puede empezar mañana en Irán. Petróleo, sabemos, y geopolítica, que también era una palabra hitleriana.

La muerte de militares es muy inferior a la de los civiles: si al empezar el siglo pasado, la muerte de civiles en las guerras era de un 30%, ahora es de cerca de un 70%. Es algo deliberado: una nueva estrategia. Valiéndose de una religión que expandía la idea del "pueblo elegido", de una historia y geografía que les indicaba Palestina como origen y regreso, explotando la ansiedad de quienes habían visto en Europa matar a sus familiares, se inició esa exportación de civiles militarizados, y esta situación llevó a la creación de un Estado, cuya existencia seguimos defendiendo. La lucha interna de hoy entre los ultrarreligiosos que defienden la colonización de los territorios ocupados y la de quienes justifican la expulsión de los colonos no es más que un aspecto visible de esa utilización hecha por otros.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_